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Avalancha de invitados y homenajes a Pappo

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Para una fecha que allá por noviembre del 2004 se planeó como única y al aire libre pero terminó siendo triple, techada y con invitados a full, la pregunta surge sola: ¿los RATONES al tope otra vez? ¿”Sigue Girando” hasta en la sopa? ¿JUANSE en lo de Tinelli 2005?

¡Por favor no! ¡Ni se les ocurra! Si algo les hizo mal a los RATONES PARANOICOS fue la farandulización tinellista: JUANSE perdiendo toda aspereza y astillosidad en lo del cabezón Pum Para Arriba.

Porque, reconozcamos, si hubo quienes tuvieron bien ganado el mote de sucios y desprolijos, rockeros sin remedio, salvajes protagonistas al borde de la ley, esos fueron los RATONES de los ’80. ¿O no?

Crudo y suburbano

Mientras el rock nacional de aquella época se dividía en pop masivo y popular (VIRUS, SODA STEREO, LOS ABUELOS) versus pop under y crítico (CLAP, LOS ENCARGADOS o incluso “Oktubre” de los REDONDOS, en el que participó nada menos que DANIEL MELERO, miss pop Argentina), los RATONES PARANOICOS irrumpieron con un rock crudo y suburbano que cortó con lo anterior para lograr un sonido de acordes repetitivos, guitarras distorsionadas y una forma de cantar recitada y adusta sólo emparentable al postpunk de Nueva York.

Y es que sí: JUANSE siempre se pareció mucho más a LOU REED que a MICK JAGGER, y sino chequeen esos temas (“Movamos”, “Ahora no es lo mismo”, “Enlace”) o espíen esas portadas (“Los chicos quieren rock”, un calco de una foto de los VELVET).

Luego del apogeo (“Fieras Lunáticas”) y la decadencia (“Mundo Paranoico”) de los farandulizados ’90, los RATONES parecieron volver a sus orígenes callejeros en “Los chicos quieren más” (2001). Pero a pesar de temas excelentes como “Los Diablitos” y de ese sonido de nuevo crudo y sin respiro que tanto le reclamaban muchos de sus seguidores, el disco no logró demasiada repercusión y hasta “Sigue Girando” (2004) y su imprevista triple presentación, nada hacía prever que volverían a tenerla.

¿Qué pasó?

Primero, un súper hit: “Sigue Girando”, a simple vista un temita stone más y, en realidad, otro de esos himnos paranoicos de letra certera y riff hiper contagioso que a JUANSE tan bien le salen (¿cuántos músicos de “rock” no lograron un sólo riff impactante en su carrera?).

Antes, una producción cuidada: la dupla GUYOT-TOTH no tendrá la gula comercial de AFO VERDE pero saben cómo alisar los mechones antipáticos de un disco.

Y después, un verano trágico: el pibe de barrio que no sólo pierde a uno de sus ídolos máximos (padre espiritual de las bandas que sigue) sino que, a partir de Cromagnon, también ve perseguida su identidad, su manera genuina de estar (y resistir) en el mundo.

Tanto desde el control fóbico gubernamental como, en especial, desde el saber especializado de mucha crítica de rock, se ataca sus “ritos barriales” y se acusa: “Lo tuyo es retrogrado, salvaje, cuasi fachista; mero rito demagogo para descerebrados sin educación”. No se trata ya de que dejen de prender bengalas (positivo) sino de que, en lo posible, no existan más como expresión cultural. “Nunca más” (portada de suplemento juvenil).

Visto así no resulta extraño tantas ansias por volver a reunirse. No sólo estaba el hit o el disco cuidado. También estaba el recuerdo emocionado al “padre del rocanrol” y la celebración a la banda que fue pionera en eso de embarrar zapatillas de lona por los márgenes pantanosos del rock. Y también, por supuesto, las ganas de cantar, gritar, bailar de una manera propia, única, como no a todos les gusta hacerlo.

Avalancha de invitados

¡Paren de subir! ¡Paren de subir! Eran tantos los invitados en un momento sobre el escenario que aquel pasajero hit de verano pareció colarse en Obras: un JUANSE que da media vuelta, suspende el tema, dice “uy, paren, loco, esto es un quilombo” en tono irónico, para al segundo reanudar arengado y a capella: “Va por Sant Luis/ abajo está Missouri/ ciudad de Oklahoma/ es tan bonita que/ verás Amarillo Galú hasta México/ Kansas Arizona/ no olvides Pomona/ grandes son las Rocket/ sal de la pista ¡hey!”.

Y ahí sí -para qué- no hubo pedido o reclamo que alcance. Todos (músicos, invitados, público) a descontrolar hasta el final. El padre argentino del rocanrol (a donde quiera que estés) agradecido.

Bastante antes habían participado del recordatorio las bandas soportes: un renovado CARCA (muy bien recibido) que de negro y tachas practicó con alto estilo los primeros riffs de la noche; y un LUCIANO NAPOLITANO (heredero aún en crecimiento) que con LOVORNE y una versión metalizada de “El tren de las 16” se ganó el primer aplauso generalizado.

Luego, ya con los RATONES, subieron ATILIO VILLANUEVA (saxo de MEMPHIS LA BLUSERA) y ALEJANDRO LERNER que, desde los teclados, sorprendió con un cabeceo de flequillo a puro rock. JUANSE pidió un aplauso para el baladista que “el mes que viene se va a tocar con SANTANA y nos hace quedar muy bien”.

DEVORAH DIXON (ex BLACANBLUS) puso su voz soul a “Desconfío de la vida”, mientras que BOTAFOGO (ex DURAZNO DE GALA) subió para “El tren de las 16”. En ambos temas participó el propio LUCIANO, que recibió un abrazo de JUANSE y emocionado sumó su guitarra a “Desconfío…”: “No sé por qué/ imaginé/ que estábamos unidos/ y me sentí mejor/ pero aquí estoy/ tan solo en la vida que/ mejor me voy”.

Y es que PAPPO era así: no escribía mucho, no era intelectualmente habilidoso, pero con apenas dos o tres frases verdaderas te dejaba solo frente al desamparo de la propia vida desnuda.

Amigo de gente valiosa

¿Era posible aún más emoción? No, pero porque nadie esperaba que subiera el gran ANDRES CALAMARO: amigo de toda la gente valiosa del rock nacional y profundo agradecido de las enseñanzas de PAPPO (participó feliz de su disco “Pappo y amigos” y fue pura alegría cuando el CARPO lo retribuyó con tres temas para el quíntuple “El Salmón”).

Eso sí, nada de vedettismos: el ex ABUELO DE LA NADA simplemente se acomodó en un rincón y aportó una guitarra más a las presentes (¡cinco en total!). El estadio deliró.

Luego vinieron los bises con los nuevos hits “La Banda del Rock n’ Roll” y el citado “Sigue Girando”, aunque ya los eventos mayores habían ocurrido.

Clásicos como “Un hada violada”, “Una noche no hace mal” o “Estrella”, y estrenos del último disco como “Simpatía por Jesús” o “Sólo Sé”, parecieron quedar rezagados en el balance final.

Pero nadie se quejó: vuelta a la masividad, retorno a las celebraciones rockeras, avalancha de invitados, despedida al Padre del riff… demasiado para una sola noche de rock.

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