RESEÑAS

Aridez en La Trastienda

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Es árido. Los que van acá al lado también. Gente extraña, como salida de una road movie, con olor a soda… Antes de iniciar la marcha y que la banda salga nos sentamos en la hierba verde ignífuga de La Trastienda bajo la mirada atenta del skinhead que cuida la puerta de los bastidores. Chiches -frente al Jipi y al lado del Flaco y Freak- postea aciertos y conjeturas en el aire. La banda está por salir, se anuncia con ruiditos y nos levantamos del piso para iniciar la marcha al escenario.

Hay que confesarlo: si no conocés algo de la banda, puede resultarte árida y aplastante, pero no estéril. Las canciones se revientan contra la cabeza mientras la bata te golpea de atrás, de arriba, de abajo, de los costados y la viola chilla a veces como un buitre ansioso de comerte los ojos mientras desvaría en alaridos incongruentes y alucinógenos. Amigos, el desierto puede ser hostil, pero es una buena experiencia.

Chiches va adelante. Iniciamos una marcha lenta hacia el escenario que se llena de humo apenas se abre el telón. El humo rodeará a la banda durante toda la larga marcha al escenario. Sabemos que irán cayendo soldados, pero somos valientes y el carisma huraño e introspectivo de la banda atrae. WALTER BROIDE a las baquetas y a bordo de su tren de parches se encargará de repelernos a fuerza de golpes precisos y partes atronadoras.

´El hombre montaña´ está bueno, pero hay que sacarle la onda, dice WALTER y luego responde a un pedido del público para Tormenta Mental. Producto de alucinaciones quizá, se puede ver que hay un colorado de rastas y aspecto de estrella Ñu Metal haciendo payasadas con la guitarra. Se mueve y entra en un desafío con la batería que avanza inmutable. Va a perder porque a pesar de las caras de sufrimiento y las expresiones de agitación, el batero no afloja un segundo y sigue metiendo palo para caer tranquilo en una laguna que le permite prenderse un puchito. Digamos que la imagen es tan sorprendente que uno se frota los ojos para caer en la cuenta de que no es una alucinación desértica: ese batero es sobrenatural y el colorado de rastas es un tal BILLY ANDERSON, productor de la banda.

Con Chiches todavía adelante y tratando de avanzar a paso lento, la marcha al escenario se ralentiza. El clima se pone espeso y el Jipi se sienta en la hierba ignífuga y con ella se pone a meditar. Están tocando todos temas nuevos, delira en su cansancio… pero el público avala lo que dice y el lugar de a poquito se descomprime.

Los dos paños con figuras egipcias que forman parte de la escueta escenografía de la banda se erigen impostergables, como una especie de portal que lleva a la música de los tres muchachos en el escenario. De atrás de una de ellos aparece ADRIAN OUTEDA, ex voz de NDI y actual de SATAN DEALERS, para hacer un cover de STEPPENWOLF: ”Born to be wild”. Nuevamente parece un flash o algo que no está pasando… el cansancio se nota.

Sobre el final del recital, la mayoría de nosotros quedamos sentados. Chiches, inmutable y como una especie de titán de las llanuras sigue en su puesto y avanza. La gente se retiraba cuando nuestro querido amigo se acerca a los músicos que aún no atinan a salir del escenario. Uno cree que va al baño, pero no: termina de acercarse al escenario y empieza a firmarle autógrafos a LOS NATAS y a parte de su público. Según nos enteramos después: banda y seguidores son fervientes admiradores del posteador cordobés.

Culminado el repertorio y los autógrafos, la gente se retiró de La Trastienda con tranquilidad luego de un extenso show lleno de psicodelia y delirio.

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