RESEÑAS
¡Alza las manos!

Introducción: La aparición
Había una vez en una tierra no tan lejana, la comarca de San Telmo, donde una noche de sábado vieja ya y una joven madrugada de domingo se cruzaron casi sin querer, con una hora de retraso. La excusa fue el primer recital en Capital Federal de un trovador un tanto extraño: FIDEL NADAL. Sus cantos pasados fueron parecidos a los actuales, pero no iguales. Su estandarte anterior propugnaba la presencia de TODOS TUS MUERTOS. Pero luego creó su escudo con su propio nombre, con el que se presentó por primera vez en el año, bajo los techos de La Trastienda.
El cantar con que comenzaba toda función, al igual que esta, fue la representación de su postura, de su discurso y sus ideales: el “Trabajo de Hormiga”. Pero el cantor no sólo ve en sí mismo las melodías, sino que ve hacia su entorno. Ve a los que se alejan de sí para ser un objeto más, de uso y desecho. Esa es la base de “Brown skin girl”.
Los plebeyos (o que al menos intentaban aparentarlo) gritaban en los momentos que el trovador lo pedía, bailaban en los instantes que sus cuerpos lo exigían y saltaban cuando el sonido lo ameritaba. Alzaban sus manos cuando lo querían. No eran demasiados, pero tampoco escasos. Tal vez su emoción era causa de la existencia real del sonido, la materialidad ante sus ojos. La presencia de una banda.
A los costados, las banderas sobre el escenario acompañaban al sonido mientras FIDEL cantaba “Azúcar negra, azúcar marrón” y mientras duró todo el recital. “Que lindo el amanecer, que lindo el atardecer, que lindo el anochecer cuando te pude conocer”, cantó el artista y todos corearon, con esa última “e” extendida mediante un sonido agridulce.
Nudo: el deceso
Lentamente el sentimiento comenzó a decaer, poco a poco la percepción se agudizó más. El canto no bastaba, a pesar de la melancolía de “Conocerte”. “Vamos a robar” no era lo mismo sin los dichos de un cantor totalmente distinto, burlado en el reino del rock, pero con propia identidad: PABLO LESCANO. Pero el sonido fue fiel a su anterior existencia. Pero el trovador necesitaba descansar después de sus saltos eufóricos de punta a punta del escenario.
Desenlace: la resurrección
FIDEL tomó veinte minutos de su tiempo y del de todos. Disfraz rojo, para no pasar desapercibido. El canto pegajoso de “Sincroniza el cassette” (“llamen a esa chica que se ponga a bailar”) puede con el cansancio y la no tan joven madrugada. Pero para la luz faltaba.
La pareja del reino, MIMI MAURA y SERGIO ROTMAN, dieron su toque real en “La bandera” y “No no no”, ante la primera mirada atónita de los presentes y, luego, el festejo. El amor puro y sin mezquindades parece ser el motivo para el movimiento, además del ritmo, de los relatos de nuestro trovador. Pero sin dejar la mirada hacia los alrededores. Buenos o malos.
“Jah live” fue el último grito, la última historia y la última súplica del cantante, de ese señor FIDEL NADAL. Afuera, la venta de remeras con la cara del relator musical. Pero así es el entorno. Casi medieval.
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