RESEÑAS
Acá estamos

Si bien la época dorada de la banda de Jonathan Davis (voz) es parte del pasado, al público local poco le importaba. Ellos tenían la posibilidad de observarlos por primera vez en un estadio cerrado, y ningún comentario dañino les iba a quitar esa expectativa. Era un momento deseado y lo querían disfrutar, y nadie se los iba a impedir. Korn estaba a un paso de salir.
No ayuda
El cielo comenzaba a mostrar otro color cuando la noche iba tomando protagonismo. Ese celeste intenso que predominó durante buena parte del domingo, empezó a desvanecerse desde las 18.30 cuando un gris amenazante tomó por asalto la ciudad.
En las afueras del Luna Park, el público vestido mayormente de negro ingresaba a las corridas para no sufrir las inclemencias del tiempo. Una vez dentro se encontraban con un DJ, que además de cumplir su función, arengaba a la masa.
El show que estaba anunciado para las 21.30 se adelantó 15 minutos, por lo que muchos tuvieron que apurar su paso. Mientras sonaba la introductoria y oscura “4 U”, las corridas y las caras de malestar eran una constante. Todo ese fastidio quedó en el olvido cuando los músicos empezaron a ocupar sus lugares. Ya con la gente totalmente encendida empezaron la descarga con “Dead Bodies Everywhere”.
Por más que el inicio no fue el ideal en cuanto a sonido y actitud, el público, con una euforia extrema, tapaba esos huecos. A medida que el concierto transcurría, la situación iba mejorando y se asemejaba a lo que se podría esperar de una banda de su cartel y experiencia. “Need to”, “Coming undone” (con una parte de “We will rock you”, de Queen) y “Here to stay”, formaron parte de esta mejora.
Después de 17 minutos de riffs graves y machacosos, hubo unos instantes de calma gracias a los primeros acordes de “Falling away from me”, que además sirvieron para que el audio se limpie por completo. Ahora sí, esa pared de sonido que los caracteriza estaba en su plenitud. Los principales responsables de esto son los históricos James Munky Shaffer (guitarra) y Reginald Fieldy Arvizu (bajo).
¿Para qué más?
Posiblemente Davis no será el vocalista más carismático ni el más demagogo con su público, pero cabe destacar su manera enérgica de interpretar las canciones. A pesar de su enfermedad (una infección en la sangre que viene tratando hace cuatro años), no se guardó nada. Durante los clásicos “Somebody Someone”, “Did my time” y “Freak on a leash”, la gente lo acompañó con su misma pasión.
El próximo 13 de julio saldrá a la venta el noveno disco de estudio, llamado “Korn III: Remember Who You Are”, el cual fue producido por el prestigioso productor Ross Robinson. Éste ya había trabajado con la banda en sus primeros dos álbumes, “Korn” (1994) y “Life is peachy” (1996). A lo largo de la gira vienen tocando el adelanto, “Oildale”. Este domingo también sonó y dejó buenos comentarios.
Su nuevo batero, Ray Luzier, que ingresó en 2007 en lugar de David Silveria, también tuvo su espacio. Ayudado por Arvizu, tocaron varias bases demoledoras, que sirvieron como introducción a distintas composiciones. “Faget”, “Good god” y “Blind”, otras que pasaron con éxito.
Luego de un intervalo de tres minutos, Davis regresó con una gaita en mano para ejecutar “Shoots and Ladders”, mientras de fondo mostraban una bandera argentina con el logo de la banda. Tras rememorar una vieja melodía, “Clown”, llegó el final con “Got the life”. Aquí todo el estadio cantó y saltó al ritmo de este himno. El primero en irse fue su cantante, quién prometió una vuelta rápida al país. El resto quedó en escena varios minutos.
Que no están los cinco integrantes originales, que sus últimos discos ya no sorprenden, que Jonathan Davis no se ve con la energía de antaño, eran cuestiones reales y objetivas que se mencionaba en la previa. Sin embargo, durante el directo la banda se mostró en buena forma dejando a un lado cualquiera de estos argumentos. Al menos en vivo hay Korn para rato, y nosotros tuvimos el gusto de disfrutarlo.
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