RESEÑAS
Abatidos

En la década de Tinelli, la plata dulce y el estrellato del rock chabón, nacía, indiscutible, un elemento tosco, grosero y enorme que condensaba, de forma envidiablemente perfecta, la ideología de casi todo un pueblo: El shopping. Con el paso del tiempo, se fueron pagando las consecuencias de tal filosofía, y aunque las principales estructuras de dicho sistema y pensamiento no se hayan extinguido, se encuentran aislados casos de rotundo fracaso en tal ideología.
Un ejemplo de esto puede ser el inmueble destinado como Centro Cultural del Partido de Almirante Brown, en la localidad cabecera de Adrogué, al sur del conurbano bonaerense. Aquel predio supo ser, en su peor momento, un espantoso shopping, con escaleras mecánicas, Macoñals, cines chatarras, decoración estrafalaria, publicidad idiotizante, etc. Y digo en su peor momento, porque previamente supo ser un cine, y antes que eso, un teatro por el que pasaron bandas como SODA STEREO o PESCADO RABIOSO.
Finalmente, por vaya uno a saber qué cuestiones oscuras, el partido compró el fundido shopping (suicidio del dueño mediante), y lo destinó a cuestiones artísticas y culturales, como el teatro, la pintura, la música, etc. Es así que todo tipo de bandas de la zona tienen la posibilidad de pasar a tocar y mostrarse. El último capítulo que podemos contar de esta historia, es que el viernes veinticinco por la tarde, fue armado un escenario en la planta baja del cultural, donde tocaron los PLACER y el dúo TRAVESTI.
PLACER: Los Chicos Perdidos
El arpegio da comienzo a una balada, agradable, simple, de formación clásica. Ni las señoras presentes, seducidas por la comodidad del inmenso centro cultural, ni aquellos jóvenes adolescentes atraídos por una entrada gratuita y una banda cualquiera un viernes a la tarde, se sintieron amenazados.
Dos minutos y medio por canción, acotados acordes, arreglos justos, una estupenda capacidad melódica en las líneas, y estribillos propensos a la perfección, hacen a un repertorio sintético y efectivo. El placer de tocar y cantar hermosas canciones, de esconder toda la locura, la euforia, el reviente, el encierro, la paranoia, y la soledad que se filtra en las pasionales letras de su principal compositor: WALTER “ÑOQUI” LEMA. Tanto su mítico pasado casi criminal (cumplió una condena en el Penal de Dolores), como la anterior vida artística de sus otros compositores (FERNANDO ISELY, ex LA NUEVA FLOR, un combo de sonido SHOEGAZER y MATU-A, ex CHOQUE GENERACIONAL, un pionero del post-rock nacional), dan cuenta que la propuesta simple de PLACER busca corroer la demencia, y encontrar una redención que sea, justamente, placentera.
“Perdés tu cabeza/ te has bebido la loción y la noción/ hoy la tristeza/ derramó este grato error/ Y en la sangre un brote más/ y sentís que acelerás/ el placer de transpirar velocidad…” Arriba del escenario, WALTER juega a esconderse con las manos, con el endeble micrófono, detrás de su carrasposa voz, porque sabe que a su vez, está desnudándose completamente.
En Locococión, tema que abre el recién editado disco, remata esa historia de desesperación haciéndola propia: “…Yo nunca busqué trabajo/ tuve frío entre el calor/ me fui arriba cuesta abajo/ y pude volver, volver, volver… enloqueciendo…”
Y en esta búsqueda tan sincera, podrían encontrarse miles de influencias. La efectividad del punk inglés se hace notar en las melodías BUZZCOCKS, o la hostilidad ROTTEN, mientras que un dejo de rock and roll neoyorkino aparece en algunos arreglos y fraseos, sobre todo en la fogosidad de su guitarrista. Los PLACER conjugan así un repertorio de pub rock, simple e intimista, con canciones deliciosas, sustentadas por la realidad bonaerense de sus músicos, que parecen encontrar un sentido placentero a sus fantasmas existenciales: Si Supieras: “Si supieras/ que mi norte está en el Sur/ si supieras que tan lejos estuve…” “…Si estuvieras/ dentro de esta escena / si me vieras/ Sabrías bien a donde voy/ Sabrías bien quien fui, quien soy/ Sabrías bien que yo quiero vivir por siempre en una fiesta…”
TRAVESTI: Paranoide hasta la muerte
Cuando la base y la distorsión empezaron a copar la sala, las señoras se dieron a retiro, ya que no había espacio para ellas y la banda. El sonido sutil pero abrasivo, fue generando un vínculo hipnótico entre grupo y público, un contexto artístico en el que todo es posible. Y después de haber visto un show hiriente, agresivo y ultra reventado en febrero en Burzaco, y otro dulce, melancólico y ensoñador hace dos meses en Quilmes, no sabía que esperar de todo aquello. Las raras circunstancias municipales aumentaban la expectativa. Para mejor, los TRAVESTI tienen en claro que el grabar un disco y tocar en vivo son dos artes bien distintos.
En tan lujoso palacio, ”Vibraciones del confort” los presentó jocosos y relajados. El dúo se escucha y juega, improvisa, sobre la repetitiva base electrónica que dispara y mezcla ALEJANDRO “CHICANO”, armándose este de unas teclas, mientras que FERNANDO FLOXON hace lo suyo con una guitarra y muchísimo feedback. Ambos comparten las voces y los humores, generando un caos impredecible, que desnuda sus sentimientos en cada interpretación. Y las emociones fueron variando en todo el show. Es que la extraña situación los divertía, a la vez que los avergonzaba. Sin alcohol ni oscuridad para refugiarse, dieron un espectáculo matizado, con muchos momentos diferentes.
En esa capacidad chatarrera y recicladora que tiene el dúo, el dance es utilizado en el potencial hit ”Poder Florecer”, que invita a bailar, pero teniendo que tragar un amenazante ruidismo (con alcohol): “Poder florecer/ lavar tus pies/ con el vino de mi orgullo…” Las versiones se estiran, exploran climas, situaciones acústicas. Y la violencia engendra mas violencia, dando lugar a composiciones mas antiguas, como el glamoroso (no así menos ruidoso) rock and roll aparecido en el primer EP de la banda: ”La Mejor Solución”.
Abducido por la irrealidad del show, comprendo que la repetición es un lugar que no puede ser fotografiado, solo sentido, vivido. Una música que no quiere hablar de música, si no más bien del sustento creativo. De lo que pasa o pasó dentro de sus compositores. Pero ahí están los Travas, tocando y haciendo música en vivo, en tiempo real. “…Paranoide hasta la muerte, paranoide de verdad…” La música no es importante, indica el disco, y será por eso que sobre una base tropical, y con el agregado lírico del clásico centroamericano PEDRO NAVAJA, reversionan la hipnótica “Las Tinieblas del romance”, y a ese mismo color, situación y sentimiento tenebroso retornan, en un final que pone la piel de gallina por lo descarnado, por lo desnudo.
Las reglas de consumo, bien rígidas, con sus fórmulas predeterminadas, estudiadas, no dan respiro. Todo igual a todo es lo que vende, y eso que vende parece ser el todo, lo único que existe. No obstante, siempre en extrañas circunstancias, algo de vida se filtra. El sistema, robusto, alimentado por algunos concientes y miles de inconscientes no termina de abatirla del todo.
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