RESEÑAS

A flor de piel

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Si Rosario respira fútbol en cada centimetro de sus calles, sus paredes y su gente, todo esto se hace aún más evidente en la previa al clásico futbolero que enfrenta a Newell’s y Central por 90 minutos.

La ciudad ofrece murales que mezclan música, fútbol y política, se pinta de azul y amarillo en el norte, y de rojo y negro en el sur, y en fechas claves como estas, no queda nadie sin lucir orgullosamente sus colores sobre el pecho.

En este marco insoslayable, Manu Chao, otro que ya empieza a ser un clásico de la ciudad con tres conciertos brindados en la década, entregó un show que llevó su marca registrada, en el microestadio de Newell’s Old Boys.

Más de siete mil personas se dieron cita el último sábado para ver la presentación del nuevo disco en vivo del artista vasco-francés, “Baionarena”, en lo que fue un hervidero, tanto en el sector campo como en las populares; una especie de Obras Sanitarias porteño de la década pasada.

El show se pareció mucho a lo que había sido la visita de la banda a principios del corriente año en distintos puntos del país: casi tres horas de una canción interminable que repite fórmulas musicales y frases pegadizas, que cargan una efectividad asombrosa, son entregadas con una furia precisa, para ser recibidas con devoción y algarabía por una tropa de admiradores que no paran de poguear a sonrisa limpia.

Manu se convierte en centro de todas las miradas, suelta palabras en varios idiomas, y vence aquella barrera, al punto de ya no saber qué canción es cantada en español, francés o inglés; así fueron pasando temas como “El Hoyo”, “Politik Kills” y “Rainin in Paradize”.

Se generó un hueco en el campo con la irrupción de un grupo de la barra del equipo local, unos bifes que volaron, para que luego siga la fiesta con más de la guitarra del querido Madjid Fahem -que la abraza bien arriba, casi al pecho- y el bajo manonegreano de Gambeat; en lo que es rumba, punk, reggae y mucho rock.  

Sin respiro alguno, se sucedieron clásicas composiciones como “Me gustas tú”, la frenética “Machine Gun”, y las cadenciosas “Bienvenida a Tijuana” y “El Viento”, que apuntan directo hacia la maldita frontera que divide México de Estados Unidos, festejando sus lindos vicios y criticando su reguero de muertes.

“Clandestino” y “Desaparecido”, dos de sus grandes éxitos radiales, llegaron juntos y encontraron eco, tanto como aquellas ramblas para todos lados de la “Rumba de Barcelona” o el baile multitudinario de “La Vaca Loca”.

El final fue un amague interminable, saludos, vueltas, aplausos, y más canciones, como la arabiga “Sidi H’ Bibi”, donde el percusionista Garbancito se hace cargo con soltura de la escena, para hacer una canción del exitosísimo disco “Puta’s Fever”, de Mano Negra.

Entre tanta fiesta, y con un punto altísimo como “King of Bongo”, llegó ese puñal en el corazón que es “Mi Vida”, donde el sollozo se adueña del sentir para recordar a ese amor, al “charquito de arrabal” que se aleja cada día más y más.

Con las paredes del club transpiradas, una gran parte del público entregada a los placeres del baile y otra porción pidiendo la hora, “La Vida Tombola” , la oda a Maradona, cerró la noche rosarina, la segunda de esta etapa de la gira argentina, que arrancó el viernes en Cordoba Capital y sigue el fin de semana en Buenos Aires.

Luego de tamaña descarga de cientos de minutos y litros de sudor, en la que miles de personas detuvieron su ansiedad para darle lugar a uno de los artistas más escuchados alrededor del mundo, volvería Rosario a sentirse nerviosa y hermosa, por un partido de fútbol.

“Si yo fuera Maradona, viviría como él, porque el mundo es una bola, que se vive a flor de piel”.

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