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Dream Theater: Un viaje arriesgado y emocionante
La banda neoyorquina actuó en nuestro país por sexta vez con un show único en el que solo interpretaron su reciente y gran obra conceptual, “The Astonishing”. El público, que llenó el recinto, disfrutó del gran espectáculo.
Hay que ser un grupo con peso y con mucho talento para tomar una decisión arriesgada como la que tomaron: salir de gira tocando exclusivamente un disco que apenas tiene cinco meses en la calle no es para cualquiera. La explicación está en que John Petrucci y compañía se sienten orgullosos de la obra que compusieron y pensaron que era un buen momento para mostrarla al mundo. Y, sin dudas, priorizaron el arte por sobre lo económico.
El público, a sabiendas de esta historia, copó el Luna Park, aunque en esta ocasión no realizaron dos fechas como había sucedido en 2008, 2010 y 2012. Y es algo lógico cuando en las visitas anteriores había pequeñas variaciones en la lista de temas y acá no.
Pero Dream Theater jamás se queda en su zona de confort y siempre va en búsqueda de una nueva experiencia. Tras la partida Mike Portnoy (batería) lograron dos muy buenos discos como «A dramatic turn of events» (2011) y «Dream Theater» (2013), pero ahora fueron un paso más allá y cranearon un disco conceptual que dura 130 minutos y consta de 34 tracks. “The Astonishing” narra la rivalidad entre el bien y el mal, una lucha contra la tiranía ubicada en una distopía futurista de ciencia ficción dentro de un imperio donde la diferencia de clases se asemeja a la Edad Media.
Desde que comenzó a sonar la intro “Descent of the NOMACS”, la banda nos invitó a compartir su historia, que en vivo tomó mayor fuerza y se apreció con más claridad. También ayudaron las imágenes que acompañaban las canciones para comprender y disfrutar mejor del cuento. De ahí en más el Acto I iba desarrollándose de la mano de la melódica «The gift of music», la grandiosa «A savior in the square» y la sentida «Brother, can you hear me?».
En el Luna Park no es sencillo encontrar el sonido ideal, y hasta la maquinaria de Dream Theater sufrió las consecuencias, especialmente en la instrumemtal “Dystopian Overture” y la balada “The answer” en donde los detalles quedaron un tanto ocultos. Rápidamente todo quedó a la perfección y se pudo disfrutar de cada una de las bellezas sonoras que los neoyorquinos nos regalan.
Era de esperar que la interacción con el público fuera diferente; el conocimiento de la obra estaba, pero no al nivel de corear una melodía. Y también los músicos estaban más enfocados en los instrumentos y en contar bien la historia. Por supuesto, James LaBrie como frontman intentó hacerlos participar y logró parte de su cometido.
Ya en el Acto II, las guitarras se tornaron más filosas, y sus fanáticos tomaron mayor protagonismo, como en «Moment of betrayel» o «Our new world». También hubo lugar para los cortes más progresivos y cierto espacio para demostrar sus dotes técnicos. En este trabajo quién alcanzó un vuelo alto fue su tecladista, Jordan Ruddes.
Muchas de estas canciones van a quedar en la lista de las giras próximas por volumen, complejidad y gancho. Para este show no se pudieron valorar como se merecían, pero es una obra que no es fácil de comprender y que necesita de muchas escuchas. Después, el futuro dirá en qué lugar de su discografía quedará valorada.
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