RESEÑAS
El sueño real

Al entrar a Niceto, la impresión era la de estar participando de un experimento sociorockerocuyo equilibrio parecía de porcelana: es que el local palermitano se había convertido en un Frankenstein de concreto cuyas extremidades estaban rellenas de públicos tan heterogéneos que la convivencia hubiera parecido imaginable sólo a través del morbo de quien arma las grillas de los grandes festivales. Lo novedoso, no obstante, era que la congregación en este caso no se produjo gracias a la persistencia por formar pastiches de públicos inverosímiles de ciertos organizadores; no, aquí el aire se respiraba del mismo modo en cada rincón.
Finalmente, se develó el secreto de por qué el lugar era común tanto para el pañuelo del metalero como para el cuidado peinado del joven indie: a las 22.05, Black Rebel Motorcycle Club se ubicó sobre el escenario a modo de corazón y bombeó su primer latido-canción: “War machine”. Señoras, señores: la criatura está viva.
“Gracias, good evening”, es el saludo protocolar que las bestias del escenario eligieron para certificar que también son humanos. Aunque las dudas de que así sea no tardaron en aparecer con “Conscience killer”. Si bien, a medida que se sucedían los temas, era Peter Hayes quien tomaba la posta en el micrófono, Robert Levon Been escoltó haciendo lo propio y alternando entre bajo y guitarra (instrumentos que maltrata con gran habilidad por igual). Mientras tanto, en un mismo cuadro, se podía apreciar mosh, por un lado; y, por el otro, manitos intentando filmar el suceso con algún microscópico dispositivo.
¿Cómo explicar el complejo aparato musical que justifica dicha postal? Black Rebel Motorcycle Club es una máquina de reciclar revoluciones que no fueron, principalmente aquellas heredadas de los noventa bajo nombres como shoegaze, stoner, noise o space rock. Todo esto, impregnado con la ¿tradición? blusera de los de San Francisco, detalle que dota a canciones como “Stop”, “Took out a loan”, “Weapon of choice” o los cuasi hits “Ain’t no easy way” y“Howl” (pertenecientes al disco homónimo de 2005) de una identidad única que permite que no desentonen dentro de un mismo repertorio.
Pero es en canciones como “Six barrel shotgun”que los músicos desatan su mayor potencial sonoro y dan pie a creer que, si Black Rebel Motorcycle Club fuera una mujer, sería bipolar: mientras que en estudio suena elegante como una modelo, en vivo es infartante como una vedette. Por momentos, era inevitable ponerse a buscar ese cuarto instrumento que parece estar sirviendo de base para las cuerdas de Been y Hayes y los parches de la bella Leah Shapiro sólo para descubrir que la culpa del ruido era toda del aceitado tridente.
Llegó “Open invitation” y la invitación del título fue tan inoportuna como las luces que de pronto se prendieron y pusieron punto final al viaje. Afuera, el miércoles era inevitable. Las caras se descubrían, recién despiertas de ese sueño en el que creyeron que la ensaladera musical de los BRMC haría durar los noventas aunque sea un par de minutos más. No obstante, sí existe la esperanza de volver a poder dormir otra siesta motorizada hacia esa época que nunca fue; esa época en la que existían los Black Rebel Motorcycle Club.
1 Comentario
Tenés que estar logueado para escribir un comentario Iniciar sesión