OPINIÓN

La palabra de la justicia

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No resulta complicado volver con el recuerdo hacia el domingo 10 de julio de este año, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de noche. E imaginarse a Fito Páez mirando por televisión los resultados de la primera vuelta de las elecciones de Jefe de Gobierno; no parece difícil verlo atragantándose con el vermú y los manises mientras las letras gigantes de la pantalla gritaban un 47% de votos para Mauricio Macri.

Enfurecido, el cantante descargó sus sensaciones escribiéndolas, porque a los artistas como él las pasiones les ejercen una presión tal en los órganos que no les queda más remedio que soltarlas, apresurada y libremente. Es eso o la explosión del cuerpo, es eso o negarse sí mismos. Y escribió algo contundente: “Da asco la mitad de Buenos Aires”, la síntesis de su afiebrada cavilación.

Posteriormente, se sabe, el músico recibió acusaciones de todo tipo por sus dichos, la mayoría de ellas tildándolo de fascista. Dicho sea de paso, cabe señalar que en función de la cantidad de acusaciones de fascismo que hay en nuestra sociedad debemos ser la población más fascista que jamás haya existido. Asimismo, hay algo que entonces no se mencionó entre lo mucho que se habló: Fito levantó la bandera de la izquierda. Sus pensamientos fueron argumentados por la repulsión ante el egoísmo, es decir la derecha. Resumió a la derecha con la simpleza de un maestro: “Gente con ideas para pocos”. Y es que, aunque se pretenda instalar como algo que pasó de moda, la diferencia entre izquierda y derecha es algo tan patente como el 47% de los votos que supo obtener Macri: de un lado, gente con ideas para todos; de otro, gente con ideas para pocos.

Sin dudas, los que fueron más allá contra el cantante fueron dos abogados porteños que lo denunciaron por discriminación y por sentirse agraviados como ciudadanos. Uno de ellos, Javier Miglino, dijo: “En su artículo 3 la ley pena a quienes realizaren propaganda basados en ideas o teorías de superioridad, que es lo que, entendemos, realizó Páez. Queremos que realice una disculpa pública con una declaración amplia y transparente en todos los medios de comunicación”. De lo contrario, agregó, solicitaría que la causa siguiera su curso penal.

Sin embargo, Fito no se presentó a la mediación con los denunciantes y, entonces, el fiscal responsable de la causa, Martín Lapadú, decidió archivar todo. Según explicó, no había intención discriminadora: “Si bien los dichos de Páez pueden ser injuriantes, no generan la certeza suficiente de encontrarse frente a un hecho discriminatorio que pueda dar impulso a una acusación sustentada en derecho. Más bien, podrían interpretarse como meras opiniones vertidas en el ejercicio del derecho constitucional a la libre expresión de las ideas, las cuales, acertadas o desacertadas, no revisten el carácter de una acción típica antijurídica y culpable que amerite una sanción de índole contravencional. La falta de certeza descripta da lugar a una duda insalvable que debe ser considerada a favor del imputado conforme los preceptos legales que rigen en la materia, clausurando definitivamente la instrucción del presente sumario”, amplió.

Así las cosas, el asco del músico es cosa olvidada para la justicia. Justicia que, además, aprovechó su determinación para recordarnos que estamos en una sociedad con diversos derechos constitucionales, entre ellos el de la libre expresión de ideas. Claro que las opiniones pueden traer problemas, generalmente en forma de acciones que busquen silenciar, asustar; vemos que podemos preguntarle de ello a Fito Páez. O a Claudio Minguetti.

Redacción ElAcople.com

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