RESEÑAS

Devastó Flores

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Esta era una fecha muy especial para el metalero noventoso: tener de regreso a Robert Flynn (voz y guitarra) y compañía los retrotraía a grandes momentos de esa década, por eso pocos querían dejar pasar esta oportunidad.

Nueva etapa, y mejor

Luego que Calvario y Rencore calentaran el ambiente, Sepultura salió a escena a las 19.30 cuando el teatro todavía estaba despoblado, quizás porque la gente se sentía defraudada por las últimas actuaciones de la banda. Sin embargo, esa imagen negativa se fue modificando con el transcurso del show.

Un sonido contundente y poderoso comenzaba a despertar interés en los presentes. La masa que se iba acercando parecía disfrutar de los grandes clásicos de los brasileños como “Refuse/resist”, “Dead embryonic cells” y “Troops of doom”. Si bien son clásicos que no fallan, en los shows anteriores no habían logrado este clímax.

Hasta Derrick Green estaba generando simpatía, especialmente por su nueva variedad de matices y por su mayor soltura en el escenario. Jamás podrá reemplazar la figura de Max Cavalera, pero después de 13 años a Green se lo ve con más seguridad, y eso se nota. Es probable que haya influido la edición de “Kairos” (2011) en su confianza, ya que es el mejor disco desde que el estadounidense está al frente. Aunque no están a la altura de los temas eternos se acoplan mejor que los de “Roorback” (2003) o “Dante XXI” (2006).

La base musical formada por los legendarios Andreas Kisser (guitarra) y Paulo Jr. (bajo) continúa siendo demoledora, pero ahora parece estar volviendo esa magia que los popularizó. La gran percusión de Jean Dolabella también coopera para este reencuentro. Por la reacción del público en “Territory”, “Inner self”, “Ratamahatta” y “Roots bloody roots” también notaron ese hechizo sagrado.

Ni en el mejor de los sueños

Durante estos años aparecieron muchos detractores de la banda por girar hacia al ñu metal. Sin embargo, con The blackening (2007) y Unto the locust (2011) recuperaron la agresividad del exitoso debut “Burn my eyes”, de 1994, y de a poco fueron acallando esas voces. En esta positiva recuperación, Machine Head tocaba en el país tras 16 años.

El Teatro lucía un gran marco, el adecuado para recibir a los de Oakland. En la previa se notaba la ansiedad del público; para muchos era la primera vez, para otros pocos era revivir aquel show de Obras de 1995 junto a Malón.

De este modo, Robert Flynn (voz y guitarra) saltó al escenario sin anuncio, hizo su primera arenga y largó el show con “Imperium”. Con un audio categórico y sin fisuras, el grupo dejó en claro su influencia en el metal de los ’90. Los fans, enardecidos por lo que estaban observando, no dejarían de agitar y de cantar a lo largo del show. Era tal la emoción en algunos, que descreían de lo que estaban viviendo. “The blood, the sweat, the tears” es un buen ejemplo de esta sensación.

Flynn se robaba el protagonismo y generaba que esos instantes sean inolvidables para sus fans. Tiene una postura avasallante y súper carismática que incentiva a participar hasta el más indiferente. Si a ello le sumamos temas amados por sus fans como “I am hell (sonata in C#)”, “Old” y “Bulldozer”, la vibra era total.

Las estructuras son complejas y pasan en algunos casos por diferentes ritmos. Esto los hace diferentes, además de por su calidad compositiva. Su último disco continúa en esa veta, y en una canción oscura y sentimental como “Darkness within” demostraron su depurada técnica.

Los solos a dos violas de Robert y Phil Demmel, el poder letal de Dave McClain en su batería y los dedos de Adam Duce, aportaban lo necesario para encender en llamas a todos. Vale decir que para himnos de la talla de “Halo” y en especial de “Davidian” no hacía falta ninguna ejecución brillante. Sin embargo, ellos se despacharon con dos versiones hermosas que quedarán marcadas por siempre.

Cuando se genera tanta expectativa por un show, por lo general no se terminan cumpliendo, aunque hay excepciones a la regla. Machine Head es uno de esos casos, en el que un simple concierto de metal se convierte en un hecho que quedará en el inconsciente colectivo de los presentes. Seguramente, a medida que pase el tiempo se irá sobredimensionando el momento.

Redacción ElAcople.com

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