RESEÑAS

El blues de Dios

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“Diez años es mucho tiempo” fue de las pocas frases que dijo Eric Clapton en su retorno al país. Y diez años entre los 56 y los 66 hacen la diferencia. El talento sigue intacto, claro está, pero ahora parece darse los gustos que siempre quiso. Es un hombre de blues que se debía una gira del estilo ya que siempre se acercó al gran público en la vena de compositor casi pop.

Un estadio lleno, aunque con sillas, porque la gente que lo fue a ver también tiene 10 y 20 años más que las primeras veces. Un show donde no hay mucha pose: son personas que realmente disfrutan su música más allá de comercializaciones. Si sos el Dios de la guitarra, eso es suficiente para llenar River.

Con buen sonido desde el principio, el show da comienzo con Clapton saliendo de las sombras entonando Key to the highway. Y si supuestamente el grunge era la revolución anti estética, Eric va aún más lejos: el look de un programador de computadoras y la ropa para ir a hacer las compras al supermercado. Pero siempre fue así. Es un hombre reservado y hasta parco, que no dice muchas palabras. La idea es que la música hable, esa que adora desde chico. Porque por más que sea un tipo versátil, el blues siempre tiene que estar presente. Esta no va a ser una lista hitera; Clapton se da el gusto de tocar la guitarra. Y creo que eso es lo que la mayoría quiere. Para los hits están los discos o radio Aspen.

Hoochie Coochie Man es el ejemplo más claro; a esta altura, una estándar del género: Clapton se suelta; la batería y el bajo llevan los compases y él solo se deja llevar. También se apoya mucho en los dos excelentes tecladistas, Chris Stainton (más enfocado al piano) y Tim Carmon (más abocado al Hammond), creando un duelo entre teclados y guitarras que hace las delicias de los presentes.

En el medio del show cambia el formato y se vuelve acústico con canciones como Nobody knows when your are down and out y una versión poco feliz de Lay down Sally, y va transformándose en un electroacústico con la versión unplugged de Layla.

La electricidad vuelve por momentos, como en la enorme Badge, de sus épocas en Cream que se acoplan muy bien con el resto del repertorio, a pesar de ser una canción que se acerca a los grandes momentos de estadio. Y por el espíritu del tema, son esos momentos donde más despega el guitarrista, porque Cream era una banda diseñada para la zapada y el alto vuelo.

Si hay algo para criticar es la insistencia con canciones como I shot the sheriff o Wonderful Tonight, que poco tienen que ver con el espíritu del concierto y que en realidad parecen cortar el clima por momentos. Y un palito para cierto sector del público: todo bien con Cocaine, es un tema que gusta y es el que más querían escuchar. Todo bien con querer evitar el malón de la salida y ganar tiempo. Pero no se pueden retirar cuando está tocando Crossroads; es una falta de respeto, diría. Por suerte la mayoría entiende y se queda. La banda se despide y aunque haya pasado una hora cincuenta de show, parecieron diez minutos.

Un buen show que algunos habrán disfrutado más que otros; depende qué hayas ido a buscar. Clapton se dedicó a tocar la guitarra y la música que le gusta. ¿Podés pedir algo mejor?

azafatodegira.com

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