RESEÑAS
Imperturbables

El momento de la llegada de David Draiman (cantante) y compañía tenía muchas similitudes con la de Limp Bizkit (tocaron el 1 de agosto en el Estadio Malvinas Argentinas): era el debut en Argentina y no llegaban en el mejor momento artístico y de exposición mediática. Con estas semejanzas, las ilusiones de ver un gran concierto eran muchas.
Locura y devoción
Por lo general, las bandas invitadas no suelen despertar interés en los espectadores. Sin embargo, de tanto en tanto surgen casos aislados como el de Clay; quizás porque eran el único conjunto a mostrarse o acaso por la ansiedad que existía por ver a Disturbed. Cualquiera sea la cuestión, el grupo de metal alternativo supo aprovechar el momento y ofreció un contundente show donde los temas de su segundo disco, “No importa lo que hacemos” (2011), se alternaron con grandes versiones de Slipknot y de Pantera. El cantante de Plan 4, Javier Compiano, el invitado estrella.
Si bien el público argentino suele ser venerado por los músicos extranjeros por su energía desmedida y su amor pasional, no siempre es así. Es decir, a veces la entrega de los fans es parcial, pese que a sus ídolos le digan lo contrario. Pero el contexto previo al show de Disturbed era el que todo músico sueña: un teatro súper colmado con casi dos mil almas inundadas de felicidad. Vale mencionar que el público era variado en edad, con una gran presencia femenina.
Con este clima ideal se apagaron las luces de El Teatro y comenzó a sonar una pequeña intro, que estaba acompañado por un buen juego de luces rojas. Sin llegar al minuto, los músicos ingresaron rápidamente a escena sorprendiendo de cierta forma a los presentes, aunque ello no los quitó de su eje; con los clásicos de “Believe” (2002), “Prayer”y “Liberate”, la masa enloqueció de tal manera que los saltos y las voces de los fans tomaban más relevancia que el propio grupo.
Por su lado, los Disturbed nos demostraban todo el talento y el poder escénico que tienen, donde la base que forman Dan Donegan (guitarra), John Moyer (bajo) y Mike Wengren (batería) suena demoledora y muy técnica. Con el trío “The game”, “The animal” y “The infection”, el local de Flores quedó prendido fuego. Por si hacía falta, el pelado Draiman, como el líder carismático que es, empezó a hacer su trabajo con arengas contantes, con un diálogo fluido y mucha onda. Pero principalmente su voz fue la que deslumbró ya que se escuchaba potente y en primer plano.
Sin embargo, un hecho desafortunado generaría un quiebre en el show: mientras sonaba “Inside the fire”, la guitarra de Donegan anunció algunos desperfectos que en “Warrior” se harían realidad. Según trascendió, existió un grave problema con las válvulas de una caja de guitarra, a tal punto que el show estuvo parado media hora. El cantante trató de apaciguar el ambiente con chistes y comentarios varios.
Lamentablemente, ni el sonido ni la energía de sus fans se mantendrían. Draiman adelantó que iba a sonar más punk rock, y así fue nomás. Con“Striken”, “Never again” y el medley de “The sickness” (2000), se notó este declive. Luego, con “The night” y “Shout 2000? (de los ingleses Tears For Fear), el público volvió de cierta manera con su espíritu festivo.
Si hay una melodía que los hizo popular mundialmente, esa es “Down with the sickness”, con el cacareo característico de su vocalista. Todo Flores cantando y bailando al ritmo de este himno alternativo. Con caras de satisfacción se despidieron con la frase “We are Disturbed”.
Ni la reiteración compositiva de sus últimos tres discos, ni el parate indefinido tras esta gira, ni los graves problemas técnicos durante el show, pudieron con los Disturbed. Si bien pudo haber sido excelente, ofrecieron de igual manera un gran concierto de metal. Esperemos que al regreso de las largas vacaciones se den otra vuelta por aquí.
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