RESEÑAS

Para rockeros y pecadores

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The Cult es una banda que supo acariciar el cielo con sus manos, y sus malas decisiones hicieron que poco a poco fueran cayendo, por lo menos en cuanto a popularidad. Mantuvieron vivo al hard rock durante los ‘80 pero siempre se tomaron muy en serio. Ingleses góticos que sonaban americanos y no se batían los pelos; no encajaban en ningún lado. Pero encajaron. ¿Podrían haber sido tan grandes como los Guns n Roses? No sé si a tal punto, pero recuerden que en el 92 tocaron en River.

Los 90 y el 2000 llegaron y con ellos los problemas, las separaciones, discos extraños, la ausencia de los medios. La banda siguió viniendo cada vez que pudo pero sufrió el estigma que sufren muchas: el público nunca se renovó y la convocatoria fue bajando. Y si a eso le sumamos que sin anticipación el show sea solo para mayores de 18 años, con la mayoría de la gente enterándose en la puerta, creo que no es algo que aporte mucho.

Esta vez estamos en la segunda fecha, en el Teatro Colegiales. Fecha para fanáticos según lo anunciado. Aunque por experiencias previas (Slash, teléfono) esto no significa nada más que ver a tu artista preferido en un lugar más chico haciendo el mismo show que viste el día anterior. Todos hacen lo mismo, menos Pearl Jam y los amamos por eso. De todas maneras, Ian Astbury ni bien arranca el show se encarga de anunciar que será un concierto un poco diferente. Bueno, por lo menos justifica la presencia.

Pero detengámonos un momento. ¿Es Ian Astbury o Wallas de Massacre? Por dios, ¿este es el rockero místico y sex symbol que conocíamos? Pelo largo, barba, bigotes, una panza indisimulable. Y con una vestimenta que no ayudaba a cambiar la percepción de que parecía un pordiosero. Eso hablando físicamente. Vocalmente está muy bien, y de muy buen ánimo. Alguno se acordará del show de 2008 despotricando contra medio mundo.

El show arranca con Every man and woman is a star, tema que es parte de lo que vienen a presentar. Una especia de idea que también tuvieron los Smashing Pumpkins, de sacar canciones no en el formato físico del disco, si no en forma de ep’s virtuales. Entonces, la primera parte del show está dedicado a esas canciones y a temas más oscuros de su repertorio: Electric Ocean, Phoenix y Saints are down, por nombrar algunos. Las visitas anteriores fueron a puro hits. Esta vez parece que va por otro lado. Pero es enteramente disfrutable y es un privilegio ver a la banda en ese marco tan íntimo. El setlist se enfoca en los versátil y ciclotímico que ha sido The Cult a lo largo de los años; más rockeros, más góticos, más electrónicos, más pesados, más climáticos, más violentos.

Poder disfrutar más que decentemente del sonido de la guitarra de Billy Duffy -uno de los grandes guitarristas ignorados de la historia-, tan suyo, tan característico que no remite a nadie merece un párrafo aparte. No será pirotécnico ni el más virtuoso, pero tiene el don del buen gusto. Y más allá que The Cult siempre haya sido la dupla Astbury/Duffy y otros, más de uno mataría por esos “otros”: John Tempesta, gente. Palabras mayores. Si no saben quién es, bueno, deberían hacer su tarea. Y Chrys Wise al bajo; tocó con Ozzy y Metallica lo llamó para audicionar cuando Newstead se fue. ¿Necesitan algo más?

Como dijimos, Astbury se encuentra en buen estado vocal. Todavía tiene esa profundidad, pero hace años que tiene esa costumbre de no estirar las notas, como en el estribillo de Sweet Soul Sister, que no es algo que lo exija mucho y es muy atractivo en el tema. Las canciones nuevas son más bien intimistas y retorcidas, lejos del histrionismo de viejas épocas. Con el disco anterior, Born into this, había una búsqueda más melódica, casi de querer tener un hit. Supongo que ya más grandes y más cansados de las tonterías, ahora se concentrarán en sacar solo lo que a ellos les interesa.

Promediando el show la banda se va y Astbury presenta un video de su autoría que supuestamente tiene que ver con los aborígenes que viven en Dakota del Sur. Digo supuestamenteporque es más bien una cosa experimental salida de la mente de David Lynch. Pero bueno, la banda siempre fue pro aborigen y llenó sus discos con esa temática.

Lo que sigue es un cambio de estado totalmente frenético. Avalancha de hits. Y The Cult tiene para tirar para el techo; nuevos y viejos. A veces uno se olvida. Te diría que tiene tantos como Guns N’ Roses. Buscá los discos y hacé la prueba: Spiritwalker, Rise, She Sells Sanctuary, “Love Removal Machine”. Gente que se podría considerar ya mayor saltando y volando por todos lados. Qué lindo cuando algo tan simple te deja tanta felicidad. La vieja costumbre de abrazarse a un extraño y cantar como un idiota. Fueron parte de tu vida, de tu noche, tus risas y tus tragedias.

El final es extraño, con Break on Through de The Doors. Recordemos que Astbury formó parte del regreso de los Doors e incluso tocó con ellos en Vélez, el día que la gente incendió el campo vip. Épocas en que los celulares y las cámaras no poblaban los shows. Tal vez esa siempre fue la intención de la banda y el porqué de su público. Una banda que nació vieja escuela y morirá vieja escuela. Como la gente que los sigue.

Un shows más de la banda, pero especial para los fanáticos por poder disfrutarlo en ese marco. Más allá del todo lo que los rodea, yendo a ver a The Cult uno nunca puede salir decepcionado.

azafatodegira.com

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