ENTREVISTAS
Con filosofía de libertad

En una sala del sexto piso de Sony Music, Ciro Pertusi y Mauro Ambesi de Jauría atienden los compromisos que tienen pautados con la prensa para promocionar su primer video clip, “Indios Kilme”, y su primera presentación en Capital Federal. Mientras El Acople espera su turno, afuera una de las empleadas del sello está arreglando para sacar dieciocho pasajes aéreos para la próxima presentación de Cordera en algún lugar del país, o del planeta. Quién sabe.
Una vez adentro, el cantante y el bajista de la flamante banda (que completan Ray Fajardo y Pichu Serniotti) se relajan y distienden un poco entre nota y nota. A Ciro le llama la atención una cámara que hay en una biblioteca que dice Sólo un momento Kodak. “¡Mirá qué bueno! Es la promoción del corte de Vicentico –Sólo un momento-”, resalta el ex-Attaque 77, e inmediatamente la deja y agarra un CD de Jauría en una cajita slim, como los discos piratas, y como un chico que encontró un juguete que no ve hace mucho tiempo, agrega: “Este es el demo que le trajimos a la compañía, tenía trece canciones, todavía faltaba `Tosco´ y alguna más”.
Los músicos se acomodan en un sillón delante de un ploteo con la publicidad de la banda. En el medio del cuarto hay una cámara para registrar entrevista y el camarógrafo da el visto bueno para que comience el diálogo.
¿Cómo estuvo el rodaje de “Indios Kilme” en Tucumán?
Ciro Pertusi: Estuvo increíble, muy bueno. Fueron cuatro días en total y tuvo varias facetas. Una de las partes más lindas fue trabajar con animales. Llegamos y estaban los entrenadores armando las escenas con los perros, que fue toda una cuestión de juego, y dijimos: “Dame uno, quiero hacerlo yo”. Entonces cada uno había agarrado al suyo, que son fortísimos, y había que arengarlos. Los entrenadores se ubicaban en un punto estratégico como para que ellos hagan un recorrido siguiendo su voz por entre medio de los pasadizos de la fortaleza Kilme, de la ciudad sagrada. Vos tenías que aguantarlos hasta que decían “Acción” y los otros iban gritando los nombres de los perros hasta que los teníamos que largar. ¿Sabés la fuerza que tenías que hacer para aguantarlos? Después fueron dos días de filmación de escenas nuestras con los saltos y las corridas por el lugar, y por último estuvo la jornada en que participó la comunidad Kilme, que estuvo muy copado y muy interesante el acercamiento a ellos. Hubo que explicarles que estábamos ahí por una causa justa y no por la foto y nada más. En un momento estaba el lugar vacío y Francisco Chaile, el cacique, se fue, dio una vuelta y ni diez minutos después aparecieron todos los micros con la comunidad.
Muchas de tus canciones tienen un tinte social. ¿Cómo elegís las historias que vas a contar?
CP: Para mí es una cuestión instintiva. Es una especie de deuda que yo tengo con la almohada, es lo que a mí me hace descansar. Creo que llega la noche y quiero dormir y lo tengo al Gringo Tosco ahí dando vueltas en la cabeza, en la marcha constantemente adelante y me está pidiendo algo, como lo de Favaloro. Voy por olfato, hay como una cosa del más allá que me está tirando algo para hacer. Es lo mismo que ahora, que sentimos inminente esto de ligarnos a los Kilme, a los pueblos originarios, pero no por la banderita política sino porque ellos protegen a la madre naturaleza, que es su Dios, entonces nosotros creemos que hay una re evolución por ese lado.
Durante este verano Jauría debutó en Mar del Plata y se presentó en los festivales Epecuén y Cosquín Rock, pero la historia había empezado hacía más de un año atrás. Mientras Ciro estaba autoexiliado en México, Mauro se juntó con Ray y Pichu para empezar con los ensayos y, casualidad o causalidad, uno de los primeros temas que ensayaron fue “El Perro”, del disco “Amén” (1995) de Attaque 77. “Fue como haber estado jugando en reserva y ponerse la camiseta para salir a primera”, afirma el bajista que, si bien es el menos reconocido de los cuatro, pasó años tocando en De Romanticistas Shaolin´s, también junto a Deborah del Corral y siempre estuvo muy ligado a los hermanos Pertusi.
Ciro, en una entrevista dijiste que no hay que perder el espacio de ensayo. ¿Cómo manejan eso con vos viviendo en Bahía Blanca?
CP: Viajo cuatro o cinco días antes y me meto a full a ensayar. Lo bueno es que llegamos con unas ganas de locos a la sala y eso está buenísimo. Se torna asiduo porque hacés notas y tenés que cubrir demasiadas cosas a la vez, pero venimos con mucha pila y llega un momento en que ya nos extrañamos. Aparte hay cosas a favor, como el hecho de que Ray y Pichu tienen sus estudios y trabajan con programas como Protools, donde tienen las sesiones del disco abiertas y pueden ensayar individualmente. Si ellos quieren juntarse pueden disparar mis voces y que quede un Ciro virtual ahí cantando, y está buenísimo porque se ponen re al día. Pero no hay duda alguna que el ensayo es fundamental.
El día está atravesando su cenit y los músicos no descansan. Ciro se para y se acerca a una mesita con facturas y sándwiches que hay en un costado, agarra uno y vuelve al sillón. “Yo hablo así total es para gráfica”, se justifica mientras almuerza.
El cantante confiesa que lo primero que quiso hacer fue convencer a Fede, su hermano y primer vocalista de Attaque, de rearmar su ex banda De Romanticisras Shaolin´s y ponerse en función del grupo, pero el menor de los Pertusi siempre le huyó a estar adelante de un proyecto grande, por eso es que se fue de Attaque a principios del ´90, cuando sintió que se le iba de las manos.
Se podría decir que tuviste una suerte de “síndrome Fede Pertusi”, pero 20 años después.
CP:
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