DISCOS
Sin desperdicio

Si hay una frase hecha a la hora de sacar un disco nuevo en el mundo del rock, esa sería: “Este es nuestro disco más guitarrero”. En muchos casos, la declaración se convierte en una clara campaña directa de marketing por parte de los miembros de la banda para crear expectativas ante un nuevo material. En este, la frase también fue pronunciada, pero no pudo ser más exacta.
Desde el primer punteo de guitarra que abre el disco con “Bridge burning” nos hacemos una idea de lo que podemos encontrar en “Wasting Light”. El álbum es una locomotora de rock, sin estaciones intermedias, sin dar respiro. En “Rope” (primer corte) hay calma en la interpretación de la voz, pero otro riff de colección comanda el tema, mientras el solo final es un flashback al mejor grunge noventoso.
“White limo” ya cuenta con su propio videoclip en el cual Lemmy Kilmister (Motorhead) aparece conduciendo la limusina de la que habla el título. El tema también rescata el espíritu de Seattle, con Dave Grohl cantando a través de un megáfono y una viola bien podrida en distorsión que roza el heavy metal.
El viejo dicho “palo y a la bolsa” quizás sea adecuado para describir la rudeza de “Wasting light”, pero vemos que detrás de los furiosos cortes de difusión hay temas aún mejores. “Dear Rosemary” (con la colaboración de Bob Mould –Sugar-) tiene la épica de una balada (salvando las distancias, es comparable con el himno “Everlong”) pero sin levantar el pie del acelerador en las seis cuerdas. Además, aporta un verso clave que no deja de resonar en la letra con su propio peso específico: “Truth ain’t gonna change the way you lie” (La verdad no cambiará la forma en que mentís).
Con posible destino de clásico, “These days”toca fibras similares, internas, emociona desde una letra que recorre la inevitabilidad de ser golpeado por la vida. “Apuesto a que tu corazón se romperá”, entona Grohl en una interpretación sentida, que en vivo promete crecer aún más.
Sobrevuela sobre “Wasting light” (grabado íntegramente en cintas analógicas en el garage de Grohl en California) una tormenta grunge que seguramente tenga mucho que ver con la producción a cargo de Butch Vig, nada más y nada menos que el hombre que comandó las consolas para crear la obra maestra de Nirvana: “Nevermind”. El revival es completo cuando escuchamos las precisas líneas de bajo (y también acordeón) de Krist Novocelic en la oscura “I should have know”.
Quizás “In your honor” sea su disco más maduro, con la brillante característica de tener un lado eléctrico y otro acústico, sin perder en ningún momento la eficacia. Pero sin preocuparse por reinventar la rueda del rock and roll, Foo Fighters ahora la hace girar más rápido que nunca. En éste, su séptimo disco, logran explotar al máximo sus capacidades, esas que los convierten en una enorme banda. De esta forma, la frase del inicio se redobla, se duplica. Porque “Wasting light” no sólo es el disco más guitarrero de Foo Fighters, sino que además se convierte en el mejor de su carrera.
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