RESEÑAS
El sueño del pibe

Año 1993. En una de esas disquerías cuevas donde por un par de pesos te grababan un disco de cada lado de un cassette de 90, el nerd que atendía me dijo: “Pibe, si te gustan los Ramones, llevate esto”. Por la inocencia de pendejo que quiere aprender y dice a todo que sí, acepté rápidamente, y en el lado B me quedó marcado a fuego el doble “In God Trust Inc” -junto a “Plastic surgery disaster”– de los Dead Kennedys. Y lo bien que hice.
Luego de la disolución de esa banda, su vocalista Jello Biafra colaboró en proyectos con artistas como DOA y Melvins. También participó en Lard junto a músicos de Ministry, además de llevar adelante su sello discográfico Alternative Tentacles.
Noviembre de 2010. El telón de El Teatro estaba cerrado, pero la voz de Biafra salía por los parlantes y la piel de gallina de quienes colmaban el lugar iba creciendo. Ninguno de los que estaba ahí fue a ver qué onda ni a esperar un hit radial. Absolutamente todos estaban para ver a quien es parte de la historia grande del hardcore.
A Mr. Jello lo acompañan los hermanos Weiss: Andrew -quien metió su bajo en grandes grupos como Rollins Band y Butthole Surfers– y Jon, tras los parches. También la dupla de guitarras comandada por Ralph Spight y Kimo Ball, quienes hacen esa base certera y compacta para no dejar nunca a pata al líder. Están algo alejados del sonido frenético/surfer de los inolvidables DK, pero con una potencia arrolladora capaz de tirar a cualquiera. En definitiva, un grupo poderoso y contundente, a la altura de las circunstancias, que vino a presentar su primer disco, “The Audacity of hype”.
Envuelto en un guardapolvo ensangrentado, Biafra es el dueño del escenario. Con cincuenta y un años, algunos kilos de más y la locura de siempre, el carismático frontman cumple con todos los requisitos necesarios para hacer un gran trabajo en escena. “Nunca fui buen alumno de español”, dijo, pero se hizo entender de todos modos. Así, la lengua más filosa del hardcore, habla de las cárceles privadas, dispara contra la paranoia generada por la televisión y los medios, y apunta contra el FMI.
Abrieron fuego con “The Terror of Tinytown” y continuaron con casi el mismo orden de temas del álbum: “New Feudalism”, Electronic Plantation”, “Panic Land”, “Three Strikes”, “Strength Thru Shopping”, Dot Com Monte Carlo”, “Pets Eat Their Master”. Claro, también pasaron revista por grandes gemas de los Kennedys, como “California über alles” y “Let´s lynch the Landlord”.
Con una amplia respuesta de la gente y con Jello en llamas (en varias oportunidades se tiró del escenario a cantar con el público), la primera parte del show cumplió con las expectativas. Pero lo mejor estaba por venir: una seguidilla inolvidable de clásicos de los Dead Kennedys.
Y el lugar se convirtió en un hervidero humano interminable, un mar de brazos y piernas contra el escenario. Todas las gargantas acompañaron las partes instrumentales como en la cancha para que Colegiales se viniera abajo. “Holiday in Cambodia”, “Police truck”, “Too drunk to fuck”, “Bleed for me”, “Moon over marin” dejaron a más de uno con los ojos húmedos y con la sensación de haber aprobado una materia pendiente.
Aquí no hubo campo VIP, ni puestos de comida macrobiótica ni modelos posando con un vaso de la eterna segunda bebida cola. Aquí hubo una inigualable descarga de emociones, que todos los presentes le vamos a contar a nuestros sucesores.
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