RESEÑAS
La música que salva

La música no va a salvar al mundo; por lo menos en su totalidad. Pero puede actuar persona a persona. Los Pixies salvaron al mundo. Salvaron vidas, dieron vidas; cambiaron la mía. Le dieron una razón de ser a gente como Kurt Cobain y Tom Yorke. Son culpables de las emociones y decisiones de miles y miles de personas. Y sin embargo el mundo sigue.
Cambiaron la vida de Cristian Aldana, que con El Otro Yo cumplió el sueño de compartir escenario con sus maestros. No una: dos veces, ya que lo harán también en Chile. Fue la banda indicada para abrir. Cincuenta minutos de himnos adolescentes, gritos y distorsión. Casi una hora con esas canciones con las que antes o ahora moviste los pies o te encontraste tarareando en algún momento.
Pero esos temas no hubiesen existido sin Pixies; o por lo menos no serían iguales. No sé si habrán inventado algo. Los puristas saltarán con Husker Du, con los Jesús & Mary Chain, con los Beach Boys, con la Velvet Underground. No importa: son todo eso y más. Son ellos mismos, eternos mártires.
A las 20:45 salen a escena. La parquedad de Black Francis, el amor de Kim Deal, la buena onda de David Lovering, la calma de Joey Santiago. Ellos, que se separaron por no poder soportarse y hoy hacen chistes en el escenario. Ellos, que no se hablan. Ellos, que siguen igual; enchufan y empiezan con esa ráfaga de electricidad. La gente que vuela por los aires, que deja todo en la cancha. La banda está tan cómoda que decide tocar entero el álbum “Doolitle”, ese disco del que comieron las grandes estrellas de los 90.
Pero primero hay un par de viejitos. Empiezan con “Bone Machine”, están “Holiday song”, “Nimrod’s son”. Pero ni bien suena el bajo de “Debaser” sabés lo que se viene. Dios, ¿este tipo no se rompe las cuerdas al cantar? Mejor dicho: al gritar.
“Wave of Motulation”, “Tame”, “Here comes your man”. ¿Es un grandes éxitos? No, es todo el mismo disco, de punta a punta. De “Debaser” a “Gouge Away”. De la calma a la más intensa locura. Suenan como esperábamos que suenen. Hay cohesión y hay salvajismo. Se sienten sin fecha de vencimiento.
Son ellos, son de verdad; más panza, menos pelo. Esa intensidad que se escucha, ¿sale de ellos? ¿Qué le pasa a esta gente?
Joey Santiago no regala ningún gesto, apenas se mueve. Aniquila con su guitarra. Ruido hermoso. Kim está contenta con el público, que salta, transpira y corea las melodías. Francis también está feliz. Por más que aparente parquedad y odio a todo el mundo, sabemos que está contento de estar ahí, que su banda sea querida, que su obra sea respetada. Los Pixies pueden levantar al público más parco.
Veinte temas y no llegamos a la hora de show. Los Ramones de la alternatividad.
Sigamos: “Velouria”, “Dig For Fire”, “U mass”. Un poco de paz, por favor. “Winterlong”, cover de Neil Young, uno de los dos únicos temas que grabaron desde su retorno en 2004. ¿Para qué matar a la leyenda?
Están “Isla de Encanta” y “Vamos”, esa suerte de canciones en español ultra frenéticas sin sentido. Qué importa. “Hermanita ven conmigo, vamos a jugar por la playa”. Para los bises quedan, tal vez, los dos temas que están más cerca de ser hits: “Where is my mind?” (buen tema para un velorio, ¿no?) y “Gigantic”, que le da a Kim Deal el protagonismo que merece.
Obviamente, se dan cuenta que somos el mejor público del mundo, y el baterista David Lovering arenga a la banda para un par más. Para los pibes. “Wave of mutilation” versión surf y “Planet of Sound”, para dejar toda la energía en el piso.
Querido lector, te habrás dado cuenta que esta fue una nota totalmente parcial. Si querés una nota fría, tenés los medios de siempre. Acá hacemos esto porque la música salvó nuestras vidas. Los Pixies salvaron la mía. ¿Quién salvó la tuya?
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