RESEÑAS
Dale gracias

Hace no mucho tiempo, MTV pasaba bastante música. Quizás no la favorita de uno, pero que había música, había música. Korn, Limp Bizkit, Blink-182, The Offspring, P.O.D., Sum 41, Deftones, Linkin Park. Grupos que se parecían bastante entre sí, pero que, en realidad, no eran exactamente lo mismo. Etiquetas, varias: nü metal, punk-pop, metal alternativo, emo, rap-metal. Algunas de estas bandas desaparecieron de la faz de la tierra; otras, siguen dando pelea como pueden. Resabios de esa ¿última? moda que televisó en vivo la otrora “music-television” se acercan al país por primera vez (Linkin Park, Limp Bizkit) y otras repiten la hazaña. Este último es el caso de los Incubus, que ayer, martes, tocaron ante un Luna Park llenísimo.
Por lo general, la popularidad local de este tipo de bandas es incierta. Pero la realidad indica que se acercó gente de Tucumán, Salta, Rosario, Córdoba y otros puntos del país, no tan cercanos al porteñísimo palacio de los deportes. Los fanáticos argentinos (especialmente los que no pudieron asistir al concierto de 2007) querían ver de cerca a Brandon Boyd, líder de los californianos. Tan de cerca que algunos intentaron averiguar en qué hotel se alojó la banda durante su estadía. O, una vez terminado el show, hicieron todo lo posible por ingresar al meet and greet. Para los menos groupies, con 120 pesos alcanzaba para comprar un cartoncito simil entrada de cancha, sin ningún tipo de arte, que habilitara el ingreso al estadio.
Este fue el primer show del grupo en 2010. Quizás esto explique algunos desajustes y falta de contundencia a la hora de interpretar “Circles”, “Anna Molly” y “Nowhere fast”, las primeras tres de la lista. A todo esto, el cantante se mantuvo sobrio y poco comunicativo –más allá de algún “thank you”-, abrigado con campera, abrochada hasta arriba. El campo y las plateas, sin embargo, aportaron calor y color; coritos, tatuajes, piercings y muchas, muchísimas cámaras de fotos.
De a poco, la música subió en intensidad –estridentes solos de guitarra de Mike Einziger; buen groove metálico entre la batería José Casillas y Ben Keeney, bajista; el uso sutil de los sintetizadores para acentuar los temas de tempo más reposado- y Boyd comenzó su show. La campera quedó a un costado, dejando visible una musculosa (con la consigna antibélica “Make believe not war”) y su desgarbado torso, transpirado. El tipo se movió un poco, sudó algunas gotas y ya garpó la entrada, a juzgar por la efusividad con la que fue recibido el repertorio más hitero del grupo: “Drive”, “Love hurts”, “Megalomaniac” y “Wish you were here”.
El hecho de no estar presentando un disco nuevo (la excusa de este tour, que luego los llevará por Chile y Brasil, es la edición del compilado “Monuments and melodies”) hace que el recital sea relajado, a puro disfrute, tanto para los que tocan como para los que escuchan. Y así como la banda no sube apuestas estéticas, tampoco la pretensión de los asistentes es tan alta. Quizás pueda oírse algún reclamo típico de recital: el “esta no la tocaron; me hubiese gustado que hicieran tal”, “no habló mucho con el público”, “el sonido no funcionó bien al principio”. Pero nada más. Sobre el final, con la poderosa “Have you ever?”, el sentimiento generalizado era de agradecimiento por estar, por acordarse de este rincón del mundo, cada día más al sur.
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