RESEÑAS
Negro mi rock and roll

¿A quién le importa que las entradas vendidas en la noche del viernes hayan sido unas pocas, si arriba del escenario nos encontramos con un violero encendido que no dejó una cuerda sin estirar, una nota sin puntear ni un traste sin hacer vibrar? El show ganó en clima, y se convirtió en un privilegio intimista para los pocos presentes que ocuparon las mesas del Roxy Live Bar y disfrutaron de una clase de rock.
Rulos a la Mona Giménez, anteojos oscuros, musculosa negra y una Gibson Les Paul que fue una aliada de lujo en los 70 minutos de show. Así se lo vio entrar al Negro García López con su power trío, que iniciaría el concierto con “Sueños”. La excusa era presentar los temas de su reciente disco, “Esta vez invita el Negro”, que cuenta con un invitado de lujo para cada tema, de los cuales un par se sumarían esta noche.
“Tenemos un problema con la humedad y la temperatura”, comentaba el Negro acerca de las condiciones climáticas, que complicaban la afinación de los instrumentos, para luego seguir con “Nada de nada” y presentar a uno de esos invitados de los que hablábamos: Willy Quiroga se haría cargo de la voz en “Indios”y mientras, García López finalizaba un explosivo solo de rodillas frente al amplificador, como regalando una primera ofrenda de lo que serían varias demostraciones a lo largo de la noche. Luego se sumaría al escenario Piti de Las Pastillas del Abuelo para cantar la funky “Siempre”, otra gran canción del reciente material.
Heredero de Pappo (más adelante sonaría “Llegará la paz”), el Negro García López recorrió todos los lugares comunes del guitar hero, que de comunes no tienen mucho. Solos de guitarra detrás de su cabeza, tocados con los dientes o simplemente de rodillas brindándose por completo como un auténtico Jimi Hendrix criollo.
“Espero que zafe de todo esto y siga haciendo música”, declaró García López antes de ejecutar “A mi lado”, tema que en el disco es interpretado por la voz de Pity Álvarez.
La breve noche iría llegando a su fin, no sin antes regalarnos dos frutillas de postre. “Azúcar amargo”, de Vox Dei, con Willy Quiroga nuevamente en el escenario, esta vez haciéndose cargo del bajo.
La segunda frutilla que mencionábamos le debe haber sacado una mueca de sonrisa al propio Hendrix, y también, porque no, a Stevie Ray Vaughan, quien solía interpretar una increíble versión instrumental de este tema. Hablamos de “Little wing”, aquella canción en la que Jimi se reinventa a sí mismo en la sutileza de su guitarra.
El cover fue el final esperado para ese pequeño público privilegiado que se rindió ante los pies de un guitarrista excelso, que con la humildad del trabajador habló a través de su sacrificio y sus gotas de sudor. Es que no hace falta la parafernalia del rock and roll para conmover a un público: al Negro le alcanzó solamente con sus dos manos y con apenas seis cuerdas.
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