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Foo Fighters: laburantes del rock
Los liderados por el ex baterista de Nirvana volvieron a Buenos Aires para presentar disco nuevo, pero, sobre todo, para demostrar por qué son la banda más grande del planeta.
Dave Grohl es hoy tan grande que hasta las tormentas parecen ser fans suyos. Horas antes del show, el diluvio parecía un hecho y anunciaba reincidir en un concierto de Foo Fighters. Pero no: esta vez la noche no debía tener distracciones. El cielo puede esperar.
Diez minutos pasadas las 21 sale Dave al escenario del estadio Único de La Plata para adueñarse del lugar con su hacha en mano. El comienzo con “Something from nothing” es apenas un calentamiento. El verdadero inico es con “The pretender”; como en su video, el sexteto enfrenta a 30.000 personas que pretenden darle batalla dejando cuerpo y voz durante 3 horas, pero el guitarrista redobla la apuesta: “Tenemos un montón de canciones, así que van a tener que bailar y cantar toda la noche, hijos de puta”. Si la intención era cansar al público con una seguidilla que incluye “Learn to fly”, “Breakout” y “Arlandria”, le sale mal ya que sólo logra entusiasmarlos más.
Que Foo Fighters es una banda vieja escuela no caben dudas. Shows extensos, desestructurados, donde el grupo juega con las canciones y el público cuando le apetece. Los seduce todo el tiempo, los halaga, los hace reír, los hace desear, corta la canción, se acerca a la gente y luego grita hasta quedar afónico. Grohl logra sintetizar el papel del cantante, músico y showman a la vez. Odialo o amalo, pero él está en el panteón de los grandes y de los que mejor entienden su oficio.
El sonido tal vez sea uno de los puntos flojos de la noche: efectivo si se estaba adelante pero un poco disperso en los costados y atrás. Tanto así que la voz de Dave por momentos pasaba desapercibida, sobre todo en canciones nuevas como “Congregation” o “Outside”, que al ser tan recientes el público no las acompaña tanto y deja en evidencia las falencias del audio.
Si bien el show dura tres horas, está armado para que hasta el que asistió por casualidad se sienta a gusto. Es un concierto plagado de hits que entre las improvisaciones, los distintos segmentos y las intervenciones de Grohl no deja baches.
El momento íntimo con el ex Nirvana acercándose a la mitad del campo para unas versiones en solitario de “Wheels” y “Skin & Bones” hacen que hasta la última persona de la popular se sienta cerca. Y si bien Foo Fighters es una banda y todos tienen su peso -así se lo hace saber la gente a cada integrante- Dave es líder por algo. Es difícil saber si el grupo sería lo mismo sin su carismático vocero. Tanto que puede dedicar media hora de show a covers de bandas que su público en su mayoría no escuchó ni escuchará (The Who, Cheap Trick), invitar a históricos que tampoco registran (Dave Krusen y Jony Kaplan) y que esto no afecte el show, ya que lo suplantan con sobrias versiones de temas tan dispares como “Miss You”, “Under Pressure” o “Detroit Rock City” y en todas quedan bien parados.
Algunos los tildarán de ir a lo seguro; por ejemplo, el hecho de que el repertorio incluya siempre a los cortes más exitosos de sus discos, obviando una lista gigante de canciones que tal vez no hayan tenido tanta repercusión, pero tienen el mismo valor como “No way back”, “Long road to ruin”, “DOA” o incluso temas que no fueron cortes como “In Your Honor” o “But Honestly. Obviamente van al golpe seguro y es lo que quieren; mientras siga sonando “My hero”, una canción que tocaron mil veces como si fuera la primera vez, tendrán asegurada la victoria.
Gusten o no, te caigan bien o no, pocos pueden cerrar un show de tres horas con canciones como “All my life”, “These Days”, “Best of you” o “Everlong”. Y, en definitva, en grupos como estos el éxito lo determina la calidad de las canciones. En épocas donde el rock de guitarras, de gritos, de transpiración y de sonido fuerte parece desterrado, Foo Fighters funciona como una especie de Don Quijote, siendo casi la única banda mainstream que apuesta a esto. Tendrán un montón de falencias y muchas virtudes, pero en cuestión de rock de estadios, Foo Fighters gana por goleada.
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