RESEÑAS
Vidas paralelas

Básicamente, al formar una banda y tener éxito se puede terminar de tres maneras: siendo megaestrellas hasta el día de la muerte (U2, The Cure); no gozar de la masividad pero tener un culto de fanáticos y gozar del respeto de tus colegas (Nick Cave & The Bad Seeds, Sonic Youth); o tratando de sobrevivir hasta los últimos días en la intrascendencia más grande.
Este último es el caso de Gene Lovez Jezebel. No queremos ser malos, pero es la verdad. Yo soy fan de The Mission y es el mismo caso. La leyenda cuenta que cuando tocaron acá, en el 88, mucha gente se quedó afuera del show que dieron en Obras. De esos días de gloria poco queda; la banda se hundió en un sinfín de peleas entre los fundadores, los hermanos Michael y Jay Aston. Para hacerla corta: esas peleas derivaron en que hoy por hoy existan dos versiones de Gene Loves Jezebel. Algo parecido a lo que pasa con L.A. Guns.
El cantante Michael formó su versión, y su hermano Jay y el guitarrista James Stevenson formaron la suya. ¿Cuál es la versión más ladri? Es difícil decirlo. Si bien la de Jay reaccionó más temprano, sería luego la de Michael la que con los años lograría más constancia a la hora de tocar y grabar discos. Además tiene la ventaja de ser la voz principal. Por lo pronto, cabe decir que esta última fue la versión que nos visitó.
Pasada las 22:30 se abre el telón. Primero la banda y luego Michael, que parece una Zulma Lobato del inframundo. Y lo primero que dice son algunas incoherencias sobre Maradona y el mundial (?). Detalle número uno. Luego de sacarse todos los pañuelos y sacos y sobretodos, notaremos que el cantante hará aproximadamente la mitad del show con la bragueta del pantalón abierta. Tal vez para atraer a algunos de los chicos del público.
Si bien al principio el público parece frío, con los primeros acordes de algunos clásicos como “Heartache” se encienden un poco. No importa si el lugar está plagado de los góticos más true de Buenos Aires; tribuneamos cualquier cosa. Y Michael está contento. Hay buena cantidad de gente, gritamos su nombre, cantamos las canciones, saltamos un rato. Somos queribles. Él se acerca, pero no se tira, claro. Él es muy glam.
Hay clásicos, obviamente, pero según palabras del mismo Michael: “Lo bueno de tocar en Sudamérica es que te pagan antes y puedo tocar lo que quiera”. Así que suenan un par de temas nuevos como “Exploding Girls”. Nuevos entre comillas, porque el último disco data de 2003. Igual no importa, porque Divididos tardó más en sacar uno. El show lo va controlando a su gusto. Sube y baja las revoluciones, inventa sobre la marcha. En su momento se había alejado del grupo original por la búsqueda más pop que querían sus miembros, por lo que no es llamativo que su show sea más directo, roquero y climático. Durante “Bruises” o “Influenza” está en su salsa. Pero tampoco le puede escapar a los momentos pop como “Gorgeus”, tema que declaró odiar. Una lástima, porque es una linda canción. De todas maneras no se notó. Sonó con fuerza.
El show explotó con las obvias. Si llegaste leyendo hasta acá y todavía no tenés idea acerca de quién estamos hablando: pone en Youtube “The motion of love” y “Desire”. Más tribuna que Racing saliendo campeón o Perón volviendo al país. Michael, con camiseta de la selección (la de Messi) con las manos en la cara, asombrado viendo a la gente saltar y cantar “The motion of love”. Es la imagen que nos queremos llevar a casa.
Para el final deja “Desire”, tema del que también debe estar harto, pero que es un golpe seguro. Una versión de diez minutos más o menos, donde incluye fragmentos de “Land”, de Patti Smith, y “Paranoid”, de Sabbath. Después de eso la banda se despide y el telón se cierra. La gente empieza a retirarse. Se quedan los que se dedican a tratar de conseguir algún souvenir o simplemente no quieren ir a casa. Diez minutos después y frente a 50 personas salen de vuelta sorpresivamente para hacer un par de canciones más, para cerrar definitivamente con una versión a capella de “Stephen”.
Digamos la verdad. No es la versión más feliz de la banda. Pero lo que importa son las canciones. Fue un buen show. La gente se fue contenta. Es lo que importa. Lo otro son circunstancias de la vida. Cada uno obtuvo lo que buscaba. Aston sabe que si vuelve, mucha gente va a ir de vuelta. Y está muy bien.
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