RESEÑAS

El viaje de Skay

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Es cierto, fueron pocos temas. Apenas veinte y poco más de una hora y media, pero ¿quién nos quita lo bailado? (o pogueado, mejor dicho). ¿Cómo osar pedir más temas cuando tan solo el par de perlas ricoteras y los nuevos riffs bien valen el (accesible) valor de la entrada?

Estas son apenas algunas mínimas conclusiones del impresionante show que brindó Skay Beilinson en la noche del sábado. Con un sonido impecable desde el minuto cero, “El Flaco” arrancó con “Arcano XIV” y siguió con dos temas más de su anterior disco, “La marca de Caín”; así sonaron “Tal vez mañana” y “Los caminos del viento”, como no queriéndose despegar de este material todavía reciente.

Las pantallas a los costados del escenario, angostas y largas, adaptándose a la fisonomía del “Flaco”, ayudaban a disfrutar del show en este excelente estadio Malvinas Argentinas. ¿Por qué decimos “excelente”? Por su capacidad, su aprobada acústica, y porque ante la falta de Obras Sanitarias se convirtió en un excelente reemplazo. La única contra: los accesos.

Continuó ya con los temas de su última producción, que predominaron durante la primera mitad del show. Resaltaron “Suelo chamán”, con uno de los mejores riffs de la cosecha Skay, y “Aves migratorias”, primer corte del disco. Las mencionadas pantallas intercalaban las imágenes del vivo con geniales ilustraciones de Rocambole.

Los Seguidores de la Diosa Kali sonaron impresionantemente ajustados, y sentaron la base para que Skay demuestre lo que ya todos conocemos pero no nos cansamos de escuchar: sus inigualables fraseos en su clásica Gibson SG. “Vamos a hacer una canción para los peregrinos esta noche”, introdujo antes de finalizar el primer tramo con la emocionante Astrolabio, y un solo de guitarra memorable.

Luego del breve intermedio, Beilinson continuó con los aires orientales de “La luna en Fez”, tema que abre la nueva placa. Más allá de disfrutar las excelentes canciones de su carrera solista, llegó el momento esperado por todo el público. Las paradas en el imaginario ricotero fueron con “El pibe de los astilleros” y el himno conocido por generar “el pogo más grande del mundo”: “Ji ji ji”.

A partir de allí, la retrospectiva fue hasta su segundo disco, “Talismán”, en donde “Flores secas” y “El Golem de Paternal” se constituyeron en el súmmum de la segunda parte del show. Por último, y completando apenas la veintena de temas, se escucharon “Lágrimas y cenizas” y “Oda a la sin nombre”, primer riff solista que lograra incrustar en el inconsciente colectivo del rock de acá.

Con las declaraciones del Indio Solari y de Skay en relación a la ruptura de Patricio Rey (y las especulaciones de la filtración en Internet del recital en el estadio de Racing Club) la esperanza de reunión ha quedado convertida en pura utopía. El “solo te pido que se vuelvan a juntar” ya no se corea desde el campo. Es que con shows como el que Skay brindó el sábado no hay nada que reclamar. El viaje del Flaco continúa prolífico y, como rezara en el destacado “Astrolabio”, “con la proa en el norte y la cruz en el sur”.

Redacción ElAcople.com

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