RESEÑAS
La alternatividad al palo

Se dice que los Pixies salvaron la música y la vida de las personas, aunque pocos se lo agradecieron. Imagínense los 90 sin Nirvana o Radiohead, por ejemplo. Algo en ellos fue tan importante para hacer“click” en la cabeza de Kurt Cobain y Tom Yorke. Con Caetano Veloso pasa algo parecido. La leyenda cuenta que su hijo, Moreno, le pasó un disco de los Pixies en vivo en la BBC. A partir de ahí el impacto fue profundo.
De por sí, Caetano es un tipo inquieto que disfruta de inquietar a la gente. La mayoría de las veces va por el camino contrario; en vez de aferrarse a un estilo más tranquilo y tradicional, rearma la banda. Llama a un trío de músicos muy jóvenes, agarra unos Marshalls y enchufa la guitarra. Y al ser un tipo tan cosmopolita, si la música brasilera no fuera tan característica, no sabrías muy bien la nacionalidad de Veloso. El eterno “Estrangeiro”, como reza la canción.
Entonces, de toda esa mezcla, ¿qué es lo que sale al escenario? Bueno, imagínense si los Sonic Youth hicieran música tropical. El primer segmento del show está dedicado a su última etapa, a los discos “Ce” y “Zii e Zie”, que son discos “rockeros”, como él los quiere llamar. Obras bastante difíciles, más cerca de la experimentación que de la canción tradicional. Y el repertorio viejo sufre esta mutación. Uno tiene la imagen del cantante rodeado de 40 músicos en escena, entre vientos y percusionistas. Hoy reduce todo eso a la mínima expresión. Transforma las canciones en versiones casi irreconocibles, como hace con “Maria Bethania” o la misma “O Estrangeiro”. Sí, el espíritu de la canción está ahí, pero que va viajando y mutando hasta convertirse en un magma de distorsión, música experimental y avant garde. A algunos les recordará al primer Pink Floyd; a otros al kraut rock. Yo escucho al Nueva York de los 70 y 80. Y salvando las diferencias, ¿no será Caetano un poco el Lou Reed de Brasil? Después de todo, ¿Os Mutantes (banda en la que se inició, llena de luminarias del país) no fueron llamados los Velvet Underground de Brasil?
Caetano es un tipo que siempre hizo lo que quiso. Y siempre lo hará. Por alguna razón el éxito siempre lo acompañó. Pero uno se pregunta hasta qué punto el público (promedio de edad: 47 años) lo puede seguir. Hasta qué punto, esa gente que fue a escuchar temas como “Muto romántico” o es fan de discos como “Fina Estampa” o “Circulado”, acepta esto de “Bueno, hoy les voy a tocar este show de música noise y avant garde que estuve preparando”. En parte es de esos músicos a los que se les aplaude cualquier cosa, pero a los que también uno gusta ver y escuchar esa búsqueda constante que tiene, más allá del resultado final. ¿A alguno le suena Spinetta en la cabeza? Lo importante es hacerlo. Si a Piazolla lo crucificaron, no quiero imaginar lo que dirían algunos puristas de la versión de “Volver” casi en plan ska.
El tipo se divierte. Baila. Se acerca por las escaleras a la parte de arriba del teatro y baila con la gente. A veces los canta, a veces se sienta solo con una criolla, a veces empuña una electroacústica. Ese modelo sin cuerpo que usaba Piñón Fijo. Los que tienen hijos sabrán de qué hablo.
En la guitarra está Pedro Sá, un tipo que tiene más pedales que Robert Fripp y que si viviera acá seria un habitué de los recitales de Pez. En el bajo está Ricardo Dias Gomez, que está más cerca del look de niño indie británico aunque pele terrible Rickenbaker o ejecute un teclado Rhodes totalmente distorsionado. Y en la batería está Marcelo Callado, un tipo tan descontracturado que toca como si estuviera matando moscas. Y todos ellos apenas si superan los 25 años.
¿Y qué resultado se obtiene de esto? Que la gente no los deje ir. Agitan a su manera, claro. No es de los que van a ver a Motorhead, pero a su modo hacen bullicio. Después de varios bises la banda se despide con “A luz da tieta” y claro, la conocemos todos. Todo muy lindo lo experimental pero al final solo queremos mover el esqueleto. Como decía Charly: “la alegría no es solo brasilera”.
Internacionalmente, Caetano tal vez sea el músico más exitoso y respetado de toda Latinoamérica. Es una suerte que nos visite seguido, teniendo en cuenta que podría estar viajando por todo el mundo. Y sé que es poco probable que si lo tuyo es la música alternativa estadounidense, te gusta la bossa nova. Y viceversa. Pero la próxima te propongo que te des una vuelta por alguno de sus shows. Podés corroborar tu teoría y llevarte el embole del siglo, pero no va a pasar desapercibido. Quizás hasta te lleves una sorpresa.
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