RESEÑAS

Sentimiento maduro

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“Nena no conozco otra manera de hacer las cosas. Hago lo que quiero, cuando puedo, como quiero y debo”. Como reza la canción “No me iré”, Richard Coleman parece que lo hace a propósito. Toca a fin de mes, bordeando fin de año y con mucho calor. Un lunes. Tarde.

Cabe preguntar qué es hoy Los 7 Delfines: ¿un proyecto? ¿una eterna promesa? ¿una banda de culto? Puede que sea todo eso. Pero, básicamente, es una banda de rock. Una muy buena banda de rock que tal vez nunca contó con la masividad de su lado. “Carnaval de Fantasmas” fue la vuelta después de un periodo de inactividad discográfica, a pesar que se mantenían tocando esporádicamente. Esta vuelta al disco significó tal vez el mejor trabajo del cuarteto en toda su historia (y también uno de los mejores discos del 2008, sino el mejor); es una placa con  avalancha de hits. Bueno, eso tal vez pasaría en otra realidad. Las canciones son muy buenas, directas, gancheras, que harían la delicia de cualquier radio o artista mainstream. Pero hay algo en el medio que falta, y en el show se puede detectar algo.

A diferencia del resto de las bandas “de culto” o “under” del país, el público de los Delfines no se renueva; el más joven debe tener 27 años. Gente que todavía no perdió la vitalidad, todavía le importa la música y la familia seguro le pregunta cuándo se casará o tendrá hijos. Todos se concentran en un reducto donde la remera rockera más popular es la de Joy Division.

Pero el show no tiene nada de espíritu senil. Actitud, sonido muy potente (Adrián Taverna en la consola, un tipo al que le gustan las cosas muy fuertes) y un repertorio también bastante raro. Las canciones del último trabajo y en su mayoría algunas de las mas relegadas del repertorio habitual. Hay algún clásico de la banda como “Tuyo” o “Placebo”, pero en general el show le esquiva a los temas mas emblemáticos como “Dale Salida” (tal vez el más emblemático), porque Los 7 Delfines no es otra cosa que una banda “one hit wonder”, aunque eso no tenga nada de malo. Piénsenlo bien: Iggy Pop y Lou Reed técnicamente son “one hit wonders”. A veces es mejor no darle importancia a las masas. Suelen equivocarse.

¿Temas que pasaron? “Tu orden”, “Suelo” y el ya acostumbrado rescate de “Para terminar”, de la época de Fricción, aquel viejo súper grupo que contaba, entre otros, con Gustavo Cerati en guitarras. Hoy Richard Coleman es el guitarrista de Cerati. Las vueltas de la vida (?).

Y los demás de la banda, impecables. Braulio D’aguirre siempre me pareció un baterista raro, pero llama mucho la atención por ser una mezcla del Billy Idol de los 90 y algún cantante de cuarteto. Los pelos rubios no van con la imagen gótica.

Los solos se van alternando entre Richard y Diego García, un poco para demostrar que no es solo la banda de Coleman, y otro poco porque  dos de los mejores temas de la placa son de Diego, especialmente “Marluna”. German Lentino (alguno lo reconocerá de Pánico Ramírez), se mantiene más sobrio, pero es importantísimo para mantener esa pared sonora que por momentos llega a ser la banda.

Para el año que viene prometieron más fechas, más proyectos y sorpresas. Tal vez la vida les de una vuelta de tuerca y se transformen en la revelación del 2010. Piénsenlo. En 2008 fue Massacre, en 2009, Fidel Nadal. Veinte años de carrera no son nada. Nunca es tarde.

azafatodegira.com

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