RESEÑAS

De mano caliente

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A poco de comenzar el show, Paulinho Moska menciona a los otros dos amigos músicos y enmarca la historia de este encuentro: “Jorge Drexler desde Uruguay, Kevin Johansen desde Alaska, yo brasilero y este argentino que es muy brasilero, Pedro Aznar”.

El concierto que organizó la gente del Ciclo de Música Brasilera y Argentina contaba para el último viernes 18 (como también había sido también el sábado 12) con una real comunión entre la música de los dos países, interpretada por dos de estos apellidos ilustres de este eje amable de cantautores (en el caso de Aznar, un multiinstrumentista) que pasearon por la música popular de la región y su propia obra.

Entre Moska y Aznar conjugaron de manera impecable el español y el portugués, la samba y la zamba, las perlas solistas de uno, algunos hits del otro, trajeron en canciones a Gilberto Gil, Caetano Veloso, Mercedes Sosa y Víctor Jara, en lo que fue una noche de puro deleite para un ND Ateneo a sala llena.

“Pensando em Vocé”, del brasilero, y “Amor de juventud”, del argentino, inauguraron la noche, a dos guitarras, y luego Paulinho quedó solo para intimar aún más con la platea y dedicarle “Alinha E Olino” al hijo de Gilberto Gil, Bem, que estaba presente.

“Peter Gast”, de Caetano Veloso, fue la siguiente y en este repaso popular, recordaría a Vinicius parafraseándolo: “El decía que el whisky es el mejor amigo del hombre, o sea, que el whisky es un perro embotellado”.

El show tomó teatralidad con la vuelta de Aznar al escenario, y con la colaboración de un teclado más, contaron alguna anécdota sobre su amistad, sobre la preparación del espectáculo, y estrenaron una reversión de “Saudade”, un tema que Moska hizo junto a Chico Cesar dedicado a la gran Maria Bethania, en la que el ex Serú Girán se colgó el acordeón.

“O Jardim do silencio”, una de las joyitas del último álbum de Moska, fue muy bien recibida, y ahí fue el turno de Aznar de quedar en solitario delante de su teclado para entregar el dramatismo del clásico “Ya no hay forma de pedir perdón”.

Sin nombrarla, por mantener la sorpresa y por la obviedad, entonó la samba “Si llega a ser tucumana”, de Mercedes Sosa, con un punteado eximio de su acústica, y pegadita sonó Manifiesto, de Víctor Jara, a quien Aznar recordó diciendo que “murió por crear belleza y sentido”.

Juntos de nuevo, entregaron un cierre intercalando estrofas y versos, en portugués y español –los dos manejan a la perfección los dos idiomas- con “Lágrimas de diamantes”, otra esperada por el público que fue a disfrutar a Moska; y ahí fue cuando atando toda esa amistad y hermandad que los une, y también como parte de ese eje mencionado, sonó tan precisa y atinada la versión de Los Hermanos, de Atahualpa Yupanqui.  

Y los “hermanos de mano caliente”, como dice Yupanqui, y en un homenaje valedero, tuvieron la delicadeza de cerrar el show con “La edad del cielo”, composición deliciosa de Jorge Drexler, uno de los grandes responsables de que Moska haya venido a celebrar una noche de encuentro argentino-brasilero a Buenos Aires.

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