RESEÑAS
Rouge y pentagrama
Dicen que el blues es solitario, bohemio, melancólico. Que no puede faltar, en donde se toque, una luz tenue, un aire denso de tabaco y algún borracho lagrimeando penas en un rincón. Que para su ejecución es necesario un corazón roto, un viejo recuerdo o un lastimoso olvido. Sin embargo no es ésta la opinión que expresa Cristina Dall cuando se monta en su piano y abre la garganta para sacar esa voz azul que tanto enamora. “Dicen que el blues es triste: ¡Es mentira!”, asegura. Y aclara: “El blues es irónico…”, mientras sus dedos comienzan a dibujar, entre blancas y negras, las primeras notas que darán comienzo a su show, de la mano de “Depre blues”.
El Club Premier, ubicado en Campichuelo 472 del barrio de Caballito, es amplio, de techos altos y paredes coloridas con grandes murales. Pero los jueves todo se vuelve azul misterio. La pianista, cantante y compositora se presenta como anfitriona y promete veladas de música y proyecciones durante todo el décimo mes del año. Un afiche enorme colgado en una de sus paredes da cuenta del ritual: “Cristina Dall en: ‘Noches de Octubre Azul’. Rhythm & Blues. Rap. Canciones”.
Pasadas las 21.30, a través del proyector se disparan los dos primeros cortos: “Alki Blues”, de Artur Magnus, y “Black & White”, de Ivanov Vano y L. Amalrik. El primero relata la noche de un borracho que al salir del bar comienza la odisea del regreso a casa, mientras un gato lo observa sigilosamente. El segundo, basado en un poema de Vladimir Mayakovsky, cuenta la historia de un esclavo que pregunta a su patrón por qué si el azúcar es blanca debe ser trabajada por hombres negros, lo que lo lleva directo a la silla eléctrica. Más tarde la pantalla mostraría imágenes de Son House, Harry Smith y Bukka White, este último zapando entre improvisados bailarines.
Cuando aparece Cristina, el escenario brilla. Esa “niña mimada del blues local”, forma en la que el periodismo supo llamar en algún momento a aquello que Las Blacanblus describían como “cuatro damas, rouge y pentagrama”, demuestra mucha más fuerza y tenacidad que varios de los machos que giran en torno al mundo del blues, jazz y afines. Alcanza con escuchar alguno de sus clásicos, como la segunda interpretación de la noche, “Maldito piano”, para conocer aunque sea una parte de lo que esta mujer de rockera cabellera, voz desafiante y manos ágiles tiene para decir.
Mientras la noche avanza, los invitados se van sucediendo por el escenario: Viviana Dallas y Marcelo Ponce, de Afro American Music; Aldo Safe y Eduardo Rennes, de Banda Criolla (quienes realizaron una novedosa versión en castellano de “One”, de U2) y el conocido periodista y músico Claudio Kleiman, con el que, a dúo, rindieron un homenaje a Pappo tocando la popular “Blues local”.
Luego, el saludo, las luces, abrazos con colegas y el gustito a final feliz que sólo los músicos o actores saben sentir al terminar un espectáculo. La gente comienza a retirarse, aunque sabe que quedan aún dos jueves más (15 y 22 del corriente) para seguir disfrutando de la buena música y compañía.
Cristina Dall no reniega de su pasado con Las Blacanblus; todo lo contrario. Pero demuestra que ese capítulo de su vida no fue más que uno de los tantos momentos de felicidad que vivirá junto a la música. Porque mientras haya ganas de tocar y algo para decir, el rhythm & blues seguirá reviviendo en cada escenario, en cada micrófono, en cada garganta que quiera sentir su gustito a jugo azul de uvas.
1 Comentario
Tenés que estar logueado para escribir un comentario Iniciar sesión