RESEÑAS
El rock sin marcas

Sobre una mesa de pool tibiamente iluminada en el camarín, una morocha muestra sus brazos tatuados y anota con un fibrón lo que le dicta su novio. Ciervo, pantano, sensación, luz y fe, vagancia, soga y algunas palabras más. Llega Juan, uno de los mentores del festi, y lo reciben con un “Vamo arriba bo” sacado del libro del estereotipo uruguayo.
Juan contesta a unas gracias: “no somos expertos en esto, lo hacemos con corazón”, y se toca el pecho, dónde luce el retrato de Springsteen. Le encanta hablar de corazón, y me toca creerle, porque lo conozco.
Hablan por la Espalda es la agrupación con más renombre dentro de las ocho que pasaron este último fin de semana por la tercera edición del Festipulenta, y supieron que tenían que hacer sonar varios de sus primeros temas, esos en los que pelan hardcore y hay más agite.
La invitación al evento hablaba de bandas que transpiran la camiseta, y Paracetamol, el novio en cuestión y cantante de HPLA, se apoderó de la escena con un hiperquinético movimiento de guardia boxística permanente, para entregar una gran hora de hardcore punk, candombe y funk, dónde las guitarras compartían espacio con tumbadoras y armónica, para darle toda la potencia que el festival demandaba.
La noche del sábado contó con una muy buena apertura de Smoke2Joints, que lejos de hacer covers de Sublime mostraron un rock en inglés de guitarras y teclado directo; la desfachatez de Reno y los castores cósmicos, deudora del desafinado Bochatón, más ríspido y rocker. Alguien se atrevió con un “Dyland del subdesarrollo” cuando lo vio con la armónica colgada.
El Zaguán pareciera estar hecho a medida del evento, o el evento a medida del Zaguán. Zona de Congreso, poco movimiento, el público sale a respirar y a fumar, también a comentar lo visto. La puerta vieja no deja espiar para adentro y hay que entrar a sorprenderse.
Adentro todo es rock. Además de ese Juan, existe un Nico. Son dos los que armaron la historia. Dos periodistas amantes del asunto, que cuentan con muchas más ganas que plata, y son más aventureros que planificadores.
“El lugar no responde a ningún monopolio, todos cobran lo mismo, las bandas no tienen prensa ni manager, y las que lo tienen, están buenas más allá de eso”, dice Juan, y aunque no se vuelva a tocar el pecho, Bruce pareciera inflarse.
Los legendarios Olfa Meocorde, con 10 años en la escena, cerraron la primera noche arañando las 2 de la mañana, con un rock psicodélico que bien se ganó un epílogo crudo y poguero.
El domingo arrancaría cancionero pero también mostraría las garras. En las penumbras del Zaguán, difícil identificar al primer día de la semana, el del descanso. La Ola que quería ser chau cosechó elogios low fi y El Rey Reina (mezcla de Reyes del Falsete y Dchampions) tuvo su bautismo; recién formados y con pocos ensayos encima, se divirtieron sobre el escenario.
Con “La buena suerte”, los Compañero Asma dejaron un remolino sobre el escenario, y el mote de “domingo cancionero” en la zanja. Un desparpajo de power trío que dio paso al cierre de Mujercitas Terror, quienes tocaron para un fiel público que saltó y se empujó al ritmo de otro trío que recuerda al primer Otro Yo, con una bajista/cantante que se asemeja en los graves pero trasmite más vértigo y temor que aquella María Fernanda.
El profundo final del fin de semana sería con la mutación de un anunciado sorteo hacia el clásico a-la-marchanta, en la que volaron desde el escenario algunos ejemplares de la feria de cómics que presentó Comiqueando y discos de los protagonistas.
Está bueno que existan aventureros como Juan y Nico, por eso hoy les toca ir dentro de la nota. “El rock no tiene que ser siempre con pulseritas, promotoras y marcas” dicen, y rematan: “Que se sepa que se puede hacer un show como este, donde los beneficiarios son las bandas y el público”.
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