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Misfits: ¿querés saber lo que es estar muerto?

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Misfits volvió a Buenos Aires para tocar el martes por la noche en Groove de Palermo y acá te contamos todo sobre la polémica presentación.

No es extraño ver que si se anuncia una fecha de Misfits en Buenos Aires, el show presente un lleno total, más si a eso le sumamos buenos grupos soportes. Desde temprano la gente se acercó a Groove para ver los sets de Responsables No Inscriptos y Sin Ley. Los primeros tuvieron a su público fiel haciendo el aguante desde temprano con un set conciso que sonó perfecto. Para la hora que salieron los oriundos de Quilmes, el local ya estaba a pleno y con canciones como «A los chicos de mi barrio» no tardaron en despertar el pogo y dar un show caliente que duró unos 5o minutos.

Hoy por hoy, Misfits es Jerry Only (casi un juego de palabras si escribiéramos esta crónica en inglés) y por ello es blanco de infinidad de críticas. ¿Cuánto se puede vivir de un nombre? ¿Cuánto se puede mantener un legado sin mancharlo? Desde su vestimenta, su apariencia, su voz, su forma de encarar el escenario; pareciera que quiere hacer el trabajo solo, algo que en otra época hacían cuatro personas; hoy toda la responsabilidad cae sobre él.  Canciones de los últimos años como «The Devil’s Rain», «Vivid Red» y «Land of the dead» dan inicio al show. Only sabe que debe mantenerse fresco y seguir sacando material aunque simplemente sirva de excusa para girar por el mundo.

Las canciones que más reacciones despiertan son las de la segunda etapa: «American Psycho», «Scream», «Dig up her bones». Estas, junto con la de la última placa, son las que permiten decir que la banda suena medianamente bien. El problema son las antiguas composiciones. El sonido de Dez Cadena en la guitarra y Eric Arce en la batería es demasiado metalero, sobre todo el de este último. Misfits es, ante todo, una banda de punk rock, y el doble bombo no pertenece al género. Lo segundo es que Misfits es una banda muy melódica, no hay necesidad de tocar lo más rápido posible; arruina la canción hacer eso. No hay necesidad de demostrar nada, siempre va a haber alguien más veloz; temas como «Attitude» prácticamente no se entienden. La voz de Only empieza a fallar, la banda no para un segundo y por momentos el show no tiene matices; es una gran bola de ruido siempre con el mismo ritmo. Una cosa es querer sonar más ajustado y violento, y otra cosa es no tener respeto por tu obra. Hay como una sensación de querer sacarse la canción de encima.

La lista está repleta de clásicos inmortales: «Tennager from mars», «Where eagles dare», «I turned into a martian»; todos arruinados. Lo que tendría que ser una fiesta es apagada por una banda que por momentos no sabe qué está haciendo, que sigue por inercia. De hecho en algunos momentos Jerry Only, que en realidad es el que mejor sale parado, mira a sus compañeros como perdido. Pienso en el emblema de vitalidad, juventud y energía que representaba la banda. Alzo la visto y lo veo a Jerry, un señor de 55 años tratando de parecer de 23, estirando sus últimos años en el mundo del espectáculo lo más posible, hasta insistiendo con el peinado a pesar de su calvicie, explotando el nombre que significa tanto para tanta gente, y me pone triste.

Fue una hora y media de show que no deja mucho para analizar. La banda de la calavera murió hace tiempo.Al público se lo puede perdonar, el problema es cuando el músico no se da cuenta.

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