RESEÑAS
El debut de Opeth

Después de la frustrada visita (en septiembre de 2006, en el ND Ateneo), la banda sueca comandada por Mikael Åkerfeldt (voz y guitarra) llegaba a nuestro país por primera vez.
Además de esta cancelación, se había especulado otras veces con su visita, es por eso que los fanáticos temían por una nueva suspensión. Pero nada de ello sucedería, ya que los Opeth estaban a solo cuatro horas de su show, y la expectativa era enorme.
Un pequeño muestrario
Exterminio, la legendaria banda de death metal, fue la encargada de dar el puntapié inicial. Durante la media hora que duró su set sonaron de manera precisa y contundente, aparte de dejar en evidencia las muchas horas de ensayo. Interpretaron en su mayoría canciones propias; sin embargo, con los homenajes a Sufocattion y Carcass obtuvieron los máximos galardones. El público los escuchó con atención y les dio su visto bueno.
Otro grupo que está girando hace años es Carnarium, y al igual que Exterminio, sufrieron muchos cambios durante su historia. En The End pudimos comprobar que las incorporaciones mejoraron la calidad musical, aunque hay que aclarar que el cantante de voz gutural era invitado. Sus antiguas canciones (“Desafío”) se mezclaron con algunas nuevas (verán la luz en 2009). La buena versión de “Progenies of the Great Apocalypse”, de Dimmu Borgir, ratificó el buen momento que están pasando.
Desde la ciudad de Córdoba se acercó la gente de Necropolis, quiénes ofrecieron un interesante death metal progresivo que sorprendió a más de un desprevenido. Con un técnica pulida y un audio ajustado, melodías como “Obsoleted stimulus” y “Senteced to die”, pertenecientes a su disco “There is a place”, alcanzaron un mayor vuelo. Su bajista, Fabián Pignataro, se destacó por sobre el resto. “Spirit crusher”, el cover de Death, generó los primeros pogos relevantes de la noche.
El cantante de Logos, Beto Zamarbide, estuvo desafiante a lo largo de todo el recital debido a la postura del público, que se mostró intolerante e irrespetuoso hacia con la banda. Esto los llevó a brindar un espectáculo muy provocador, aunque a medida que pasaban los minutos su rabia se iba apagando. “Un tema de V8, no se si los conocen…”, era uno de sus comentarios. “Marginado”, “No te rindas” y “Ven a la eternidad”, himnos que intentaban persuadir. La despedida con el “Olé, olé, olé, Opeth…” hablaba por si sola del trato que obtuvieron.
Refinamiento desde la primera nota
Caminar por el local de Flores se hacía imposible. El público, que había llenado su capacidad, sufría también por la mala ventilación. Sin embargo, todos estos pormenores quedaron atrás cuando la banda estaba por salir a escena. El clima de excitación reinante era el propio de una primera vez.
El “Opeth, opeth…” resonaba por las sudorosas paredes, mientras el lugar quedaba a oscuras. Con una mínima introducción, la banda accedió a las tablas ante un griterío ensordecedor. Su líder, Åkerfeldt, levantó su puño en forma de saludo y comenzó con la descarga. Desde la inicial “Heir apparent”, los músicos empezaban a delinear por dónde giraría su concierto. Una misma canción pasaba de un violento riff a una sentimental melodía, sin escalas. Los cambios de ritmo fueron una constante.
Mikael irradió buena onda a lo largo de todo el set. Con comentarios risueños, descontracturó a un público difícil de inducir. Bromeó acerca de la visita de Kiss e imitó a sus fans cantando el “Olé…”. Aparte de ello, estaban muy sorprendidos por el cálido recibimiento de sus fans. Su bajista uruguayo, Martín Méndez, les había adelanto algo, pero esto sobrepasó sus expectativas. Por su lado, Méndez no esperaba tanto amor.
Tal cual lo habíamos soñado
Alcanzar la perfección en el audio durante un vivo no es algo sencillo de lograr. El siempre cuestionado The End esta vez no fue el centro de las críticas como en los conciertos de The Haunted, Horcas o In Flames, por nombrar tres ejemplos.
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