PELÍCULAS
Vida curiosa

Cuenta la historia que hacia el siglo VI antes de Cristo, bajo un ciruelo del distrito de Lùyì de China, nació Lao Tsé, con una peculiaridad: llegó al mundo con ochenta años, repleto de arrugas y canas. Tiempo después, éste sería el fundador del Taoísmo, a través de su libro “Tao Te Ching”.
Ahora, ya en el siglo XXI después de Cristo, y en la película “El curioso caso de Benjamin Button”, Brad Pitt se pone en la piel de un hombre que también nace viejo pero que con el paso del tiempo rejuvence, según cuenta el relato de Scott Fitzgerald de 1921.
El film inicia en una habitación de hospital, con una hija leyéndole a su madre, que espera la muerte, un diario; éste se sitúa en 1918, en Estados Unidos, con la muerte de la mamá de Button cuando lo da a luz; su padre, al ver horrorizado lo que es su hijo, de inmediato lo abandona en las escaleras de un geriátrico. Por fortuna, es recibido por la madraza Queenie, encargada del lugar, que lo adopta sin dudarlo.
A partir de ese entonces, el protagonista crecerá al revés, de viejo a joven, ante el asombro de quienes lo rodean; por ejemplo, de la mujer de su vida, Daisy, a la que conoce siendo viejo y ella niña. Sin embargo, en esta relación, que lleva y trae de aquí para allá a la obra, no se encuentra lo mejor de la película sino más bien en la interacción con otros personajes que conoce Button a lo largo de su peculiar camino; por ejemplo, el capitán Mike, la inglesa Elizabeth y el viejo que siempre está contando lo mismo, un suceso muy cómico a pesar de lo trágico.
Benjamin Button no habrá sentado las bases del Taoísmo, pero al menos protagonizó una historia que interesa y entretiene durante las casi tres horas que dura, que lejos están de hacerse largas para el espectador.
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