RESEÑAS
Re groso, re pulenta

Llegar temprano puede ser terrible. Es preferible la impuntualidad, menos para quienes esperan. Esta vez, estar un buen rato antes en donde se debía, tuvo como beneficio ver la prueba de sonido de Viva elástico, banda que abrió la jornada del sábado: un cuarteto algo punk-pop de post-adolescentes sin barba. Entretenido tanto el acomodo de piezas como, luego, el show.
A continuación, los herejes de El Perrodiablo optaron por comenzar su recital abajo del escenario. En realidad, no todos: el cantante y los dos guitarristas. Arriba, batería y bajo -los que, por lo general, dentro de una banda son de perfil bajo-, como si nada.
Apenas marcaron tres y comenzó el show aparte de Doma, un frontman como de los que ya no hay: un poco de Iggy Pop, aunque sin tener una figura muy estilizada; algo de Anton Newcombe… una bestia anfetamínica que no paró de correr por todo el salón. Se subía a las mesas y bailaba ante la incredulidad de quienes bebían algo fresco; hacía un pique hasta el escenario, tomaba un trago de coca y se refrescaba la cabeza con chorros de la misma pegajosa gaseosa. En tanto, la música estaba al tono de su performance, bien rockera. Una banda para no perderle el rastro.
Después de semejante muestra de actitud, difícil la iban a tener los de Olfameocorde. De hecho, no tuvieron mayor trascendencia.
La mini-feria, que ofrecía discos, libros y comics, tuvo gran concurrencia durante este set. A precios populares, cualquiera se podía llevar a su casa discos de El mató a un policía motorizado, libros de Liniers, Bife Angosto, la antología de Hate… excelente oferta para estimular los sentidos.
Por último, Sr. Tomate, el número más esperado del sábado, hizo gala de su psicodelia pop edulcorada con la notable voz de Poli, cantante y guitarrista. A esa altura de la noche, cualquier tema de los tomates invitaba a bailar, solo o acompañado. La idea era conectar con ellos y pasarla bien, lisa y llanamente.
Veinticuatro horas después, el domingo hacía agua por todos lados, especialmente desde el cielo. Panorama difícil para los organizadores. La concurrencia disminuiría notablemente, por más que los grupos que tocarían esa noche prometían y mucho. Sin embargo, la sala estaba completa; todas las mesas ocupadas, el piso estaba tomado por los que no consiguieron sillas y la humedad, obvio, omnipresente.
Hernán Martínez, junto a su backing band, entregó bellas canciones que quizás hubiese sido más apropiado escucharlas en un cubo de cristal, viendo la lluvia caer sobre el negro ocaso del séptimo día. Temas redondos que lo eran más aún con el aporte de una guitarra slide muy bien ejecutada. Quizás la comparación pueda irritar a más de un indiesensible, pero por momentos sonaban a las baladas más hiteras de los Guns ‘N Roses.
Por el salón caminaban unos pibes que, de puros revalorizadores de lo kitsch, usaban remeras de La Nueva Luna y Leo Mattioli. Pibes de anteojitos y bigotito púber. Seguramente vos, bravucón de colegio secundario, te cargaste a más de uno. No sería raro que al segundo de haberlo visto, lo hayas catalogado de “pelotudo”. El punto es que esos pelotudos la rockearon. Y se llaman Los Reyes del Falsete, excelente nombre para una agrupación que explota al máximo a su baterIsta: un mini Bonzo cruzado con Rodrigo Noya. También juegan bárbaro con los recursos vocales y les sale bien. Ganaron el primer chico, veremos si se la bancan en el bueno. Seguramente sí.
107 faunos tiene en sus filas a una buena bajista en donde convergen todos los puntos que forman esa pared de sonido. Es odioso tirar links musicales, se pide disculpas por ello, pero es necesario decir que suenan shoegazers. Quizás así se los pueda imaginar. Bien, pero sufrieron lo mismo que los Olfameocorde la noche anterior: les dejaron el escenario demasiado caliente.
Por último, varios minutos antes de que llegue el maldito lunes, Prietto viaja al cosmos con Mariano, fue la frutilla del postre para esta gran movida que, pese a haber sido maquinada con mucha “polenta”, tiene, además, paladar negro.
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