Y un día llegaron

Desde que se anunció la llegada de In Flames se sabía que los amantes de la música extrema iban a asistir a la fecha. Por ser uno de los creadores del sonido de Gotemburgo (mejor llamado death metal melódico), esta era una cita imperdible. Junto a Dark Tranquility (vinieron el año pasado) y At The Gates son los líderes de este movimiento.

Para entrar en calor

La apertura de puertas estaba programada para las 18hs, pero debido a que los asistentes de In Flames hicieron su labor muy perezosamente, se retrasó el ingreso del público. Recién a las 19:30hs, los espectadores comenzaron a entrar de forma paulatina. A medida que el lugar se iba llenando, la temperatura iba en aumento.

Crysis fue la primera banda en adueñarse de las tablas. Con un sonido noventoso (con Pantera como una de sus principales influencias), demostraron su poder y su actitud positiva. A pesar de algunos desperfectos técnicos, supieron mantener la atención de los oyentes, aunque a ellos les afectaba internamente esta situación. Con un cover de Sepultura lograron algunos bailecitos furiosos.

El siguiente turno fue para Nafak, la agrupación más similar a la propuesta de In Flames. Sin embargo, no atraparon a la masa como se esperaba. El audio fue mejorando tema tras tema. Quizás esto haya influido para que la respuesta no haya sido la deseada. Desde San Pedro, se acercaron para adelantar algo de su nuevo material, “Gui-Bo-Rim”. “Azotes del final”, una de las canciones.

Veinte minutos le bastaron a los brasileños de Error, para dejarnos bien en claro que el hardcore de la vieja escuela era su verdadero amor. No obstante, sus toques más extremos le daban otro aire a su música. Durante el set no dieron respiro. Jamás bajaron los decibeles. La gente les dio el visto bueno y los despidió con muchos aplausos.

La banda más importante de la escena hardcore, Nueva Ética, fue la encargada de cerrar este bloque. Con la energía y la presencia escénica que representa al estilo, más el agregado de riffs metaleros y gancheros, ganaron nuevos adeptos. Este costado más extremo los diferencia del resto.

Sonaron varias melodías de su reciente disco “<3L1T3>” como “Sudamérica”. Las clásicas rondas hardcore estuvieron a la orden del día.

Corazón x fallas

Tras 50’ de espera y un calor intenso, se apagaron las luces del local. In Flames estaba a punto de salir a escena, y el griterío del público tapaba por momentos a la intro acústica. Apenas repiquetearon los primeros acordes de “The mirror’r truth”, la gente entró en estado de ebullición. Pese a los inconvenientes de sonido jamás declinaron en su entusiasmo. Era tal la necesidad de verlos por primera vez, que cualquier desperfecto pasaba desapercibido. “Pinball map” y “Leeches” continuaron con la lista.

De movida, el audio estuvo por debajo de lo esperado. La voz de Anders Fridén fue la que sufrió las mayores consecuencias, ya que nunca se escuchó de manera ideal. Sus fans aportaban esa energía que le faltaba a la voz, cantando los estribillos con una fuerza y una vibración increíbles. Tampoco se olvidaban de tararear los riffs melódicos con el clásico “oh…”. Siguiendo con los problemas, las guitarras no estaban al frente como un grupo de su calibre lo requiere; sin embargo a partir de la quinta melodía –“Drifter”– sonaron en todo su potencial.

Desde su surgimiento en 1990, In Flames ha lanzado al mercado nueve discos de estudio. Su propuesta inicial, orientada exclusivamente al death metal melódico, fue derivando hacia sonidos más alternativos como el metalcore, tan de moda hoy en día. Por esta situación, muchos fans de la primera época han dejado de darles su apoyo.

Debido a estos malestares, Anders le preguntó a la masa qué etapa les gustaba más: la vieja o la nueva escuela. Algunos respondieron pero no quedó muy en claro. Igualmente a él le importaba poco estas opiniones, ya que solo piensa en la actualidad del grupo. Y el público reaccionó con la misma intensidad tanto parta “The hive”, de “Whoracle” -1997- o para “Cloud Connected”, de “Reroute to remain” -2002-.