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Sahara Surfers: visitas en aviones de papel

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La banda austríaca visitó nuestro país por primera vez, el domingo en Uniclub. Orquesta de diablos y Ararat, la banda de Sergio Ch y Tito Fargo, abrieron la velada en el Abasto porteño.

En un país donde últimamente no se habla mucho sobre visitas de este calibre, la llegada de estos austríacos dejó en claro que aún hay hambre para el stoner y la psicodelia. Con  sólo dos discos editados y un arsenal de riffs gordos y cargados, dejaron una marca más en Buenos Aires.

La noche en Uniclub empezó a tomar forma con la salida de Orquesta de Diablos. Esta singular banda trajo todo su rock y todo su swing para sacudir la modorra dominguera con un efectivo setlist. Presentando temas de su primer disco “La Maldición” (2013), se mostraron ajenos pero desafiantes ante un público que de a poco fue enganchándose con su propuesta.

Poco después de las 21 fue el turno de Ararat, quizás la banda más convocante de la noche. El trío integrado por Sergio Ch (ex Los Natas), Alfredo Felitte (Taura, Buffalo, Banda de la Muerte) y Tito Fargo (Gran Martell, Redondos), trajo consigo un conjunto de temas entre los que mezclaron material de su inminente tercer larga duración, “Cabalgata hacia la luz” (2014). Toda la pesadez, el sludge, que ésta (no tan nueva) propuesta de Sergio Ch se plasmó dentro de Uni, ante un público que estaba atento ante cada despelote en la batería por parte de Alfredo, cada ambiente creado por Tito, y la ya cuasi-reconocible voz de Sergio. Es decisivo: tienen que tocar más seguido.

Cerca de las 23, Sahara Surfers tomó el escenario y arrancó con la tranquila “Colour Jam”, aunque algo raro se sentía: la voz de Julia Überbacher se notaba algo apagada, y no por un tema de volumen. Se entiende que los austríacos terminaban su fugaz gira por Sudamérica en nuestro país después de casi 10 días de gira sin parar por el continente, y algo de ese cansancio se iba a notar. Y así, pasaron la pulentosa “Mass Crashing”, “The Gentlemen Aside”, y la pegajosa y gorda “Ganjalf”, con ese faltante: que Julia se despertara.

Recién a la mitad del set, promediando la climática “Fold Over”, fue donde Julia reapareció y pudo meterle más garganta a una presentación que fue de menor a mayor. Es de destacar la simpleza de toda la banda: la base, compuesta por Hans-Peter Ganner en bajo y Michael Steingress en batería, sumada a la simple guitarra de Andreas Knapp, completan este cuarteto.

Sin caer en obviedades (“oh, canta una chica” “¡y está buena!”), sorprenden por ese elemento que le da Julia a las canciones: no exagera, es dulce, y no te hace acordar a muchas cantantes por ese peculiar grave registro que le da a los temas.

Por cuestiones de tiempo, el setlist no tuvo bises, por lo que todo culminó en el ruterísimo “Gas”, para dejarnos moviendo la cabeza hasta que todo termine… quizás demasiado pronto.

No será una visita de renombre, pero estas propuestas dan esperanzas para un público que de a poco se va amigando con este rock y que tiene hambre de descubrir más horizontes internacionales, sin arriesgar el bolsillo.

*Fotos por Fernando Fernández

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