RESEÑAS

Domingo vago

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Me pega fuerte

¿Cómo explicar qué/quién/cómo/cuándo y dónde es Onda Vaga? 

La historia oficial, que ya comienza a distorsionarse de tanto boca en boca, cuenta que esta banda de muchachitos nació en el verano del 2007, en las blanquecinas playas de Uruguay, cuando un grupo de amigos músicos, cansados de cargar, armar y desarmar instrumentos y equipos, tuvo la comodísima idea de crear una banda que no necesita más que dos o tres cositas para presentarse en vivo y dar un show conmovedor. Nada de elementos pesados, cajas de sonido, pies de micrófono ni enredados cables.

Algunas cuerdas, vientos, golpes y cinco voces del corazón fueron y son suficientes para que la Onda se propague, por aquí y por allá.

Y así es como el domingo pasado, rondando las diez de la noche, la gente se aglutinó sobre las veredas de la Av. Córdoba y el dique cultural La Castorera se vistió de intimidad.

Mesitas y sillas de madera para los músicos, que prefieren abandonar el escenario y mezclarse con su gente, que los rodea formando un semicírculo, como para no perderse ningún soplo de su respiración. Lucecitas blancas, amarillas y de colores decoran el ambiente. Y mientras los más descontracturados eligen sentarse en el piso con sus vasos de cerveza y sus caras de domingo, el show arranca.

Fuerte y caliente

Así han elegido llamar al primer disco de la banda, que salió en septiembre, porque la amplia convocatoria y la buena calidad de sus canciones lo pedían casi a gritos.

Catorce temas, de ellos y prestados (hasta se dan el lujo de reversionar bellamente “Havana Affair”, de los Ramones) y de impecable sonido, cuenta con algunos invitados: la presencia de un fanático poco anónimo, Fito Páez, que presta su voz y su piano en algunos tracks; Pablo Dacal y Andrea Prodan, que recita en italiano cálidas palabras para el cierre de esta ópera prima.

Entonces, fue en la noche del domingo que los catorce se lucieron. Una primera media hora tranquila, con cálidas palmas para temas como “Parque”, “Sequía de amor” y “Me pega fuerte”.

Y una segunda media hora en la que todo se volvió caliente y fuerte. El público se olvidó de las cámaras que giraban alrededor para grabar escenas y armar próximamente un video, y se sumó con valentía al fogón.

“¿Cómo que no?”, “Rayada”, “Gilda” y “Mambeado” se roban la noche, y con ella, tu mente. Porque Onda Vaga es así. Como la punta de un iceberg, se ven frases simples, estribillos pegadizos, rimas juglarescas, pero debajo del agua se esconde una suerte de monstruo.

Profundidad, sentimientos, pensamientos. La armonía de cinco voces que cantan juntas la mayoría del tiempo y navegan por el aire, de la mano de unos pocos instrumentos.

Nacho y Marcelo (dos ex Doris), Tomás y Marcos (actuales Michael Mike) y Germán (Satélite Kingston, Pablo Dacal y más), se reparten constantemente una criolla, un cajón flamenco, un cuatro venezolano, una trompeta, un trombón, maracas, cucharas y hasta chasquidos de dedos, y se divierten.

“Ahora sí, último tema”, amenazan. Ufa.

No sean vagos

Que saludan y se van. Que vuelven a salir. Que no hay más temas. Los vagos se quedan sin excusas y retoman el canto, porque la gente no se quiere ir. Pero es la una y media de la madrugada ya, entonces unos veinte temas, más de dos horas y un salón repleto de gargantas gastadas se pierden por la avenida tarareando los últimos acordes.

Diversión, creatividad, sinceridad, complicidad. Algo nuevo está naciendo y parecen tener algo bien claro: cantarle a los amigos con el corazón. Esa es la Onda.

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