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Autoritarismo estadounidense

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La voz de Axl Rose renace como en aquellostiempos recién en el cuarto tema, “Street of dreams”. Los alaridos del colorado hacen olvidar lo desmejorado de su aspecto y uno se lo imagina aún con su bandana y el pelo bien lacio, esbelto, en cueros, con el porte y la carga sexual que toda mega estrella de rock que se precie de tal debe tener. Pero no, es apenas uno de los tantos espejismos en el árido desierto que es este Chinese Democracy.

Si bien los fans y no tanto esperan esta edición desde hace más de tres lustros, los avances tecnológicos permitieron que se filtraran varias composiciones nuevas que terminaron en este disco. Eso ayudó a comprender cómo serían los pasos que a partir de ahora daría esta nueva formación gunner, antes de que “Chinese…” apareciera.

Ya no abundan esos riffs tarareables que tan bien le sentaron a ese pequeño período entre los últimos tres años de los ochenta y los primeros tres de los noventa, pero la banda suena sólida, especialmente por la labor de Frank Ferrer, un ignoto baterista que mueve con precisión sus muñecas y tobillos, especialmente en Riad n’ the bedouins”, uno con pasta de hit.

El resto se pierde entre los efectos vocales que se aplican a la mancillada garganta de Rose, alguna patada nü metalera y no demasiado más. Quizás esto sería más efectivo si Axl no hubiera querido meter todos sus nuevo trucos en el mismo álbum. Le falta poder de síntesis, la hora y diez de duración se hace larguísima. Pero sin dudas que lo más atractivo de la cuestión, es que vuelve formalmente al ruedo, con quién quiera seguirlo, y ver a este gran bocón arriba de un escenario, siempre será motivo de celebración.

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