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Castigo a los culpables

El 19 de agosto será recordado como la fecha en que empezó, casi cuatro años después, el juicio oral a los quince implicados en la tragedia de Cromañón. En esa noche de fin de año se desmoronó no solo una media sombra hecha fuego, sino más de una regla omisa con la que se manejaban todas aquellas personas que forman parte del rock.
Los enjuiciados -entre los que están los músicos y parte del staff de Callejeros; el gerenciador del local, Omar Chabán; Raúl Villareal, mano derecha del empresario; policías y funcionarios diversos- serán procesados por motivos que van desde el estrago doloso seguido de muerte y cohecho activo, hasta el cohecho pasivo e incumplimiento de deberes de funcionario público. Los más complicados son Chabán y Callejeros quienes, en caso de ser encontrados culpables, podrían llegar a cumplir una pena de hasta veinte años en prisión.
De un lado del recinto del Tribunal Oral Nº 24, cito en el límite entre Recoleta y San Nicolás, justicia, acusados y testigos; del otro, acorralados por vidrios blindados que se instalaron especialmente para brindar protección a los querellados, el público compuesto en su gran mayoría por familiares de victimas de la catástrofe.
La justicia en nuestro país, generalmente, se mueve a ritmo lento, distinto al que solían galopar los fans de Callejeros con sus rocanroles, incluyendo esas ciento noventa y cuatro personas que ya no están y no tendrán ni voz ni voto ni nada en cuanto a este juicio.
La sociedad ya se encargó de condenar moralmente a los acusados, inútil será cualquier pena porque siempre se va a pedir más. Una vida perdida no se recupera ni con cien años de cárcel, aunque no pase un solo día en que los damnificados pidan a gritos castigo al crimen.
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