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Manu Chao: Politik needs… música

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En dos shows cargados de mensajes sociales, el franco–español cerró su gira en Argentina, el sábado en el Estadio Ferro y el lunes de Malvinas Argentinas. Primaron las descargas contra Monsanto y la violencia institucional.

Frenético, enérgico, Manu pregunta: “¿Qué pasó, qué pasó?”. Desencajado, rabioso, responde: “La policía llegó. La policía mató”. Se golpea el micrófono contra el pecho a modo de latido, mira a un lado y a otro, saluda, cierra los ojos, los abre mucho, levanta el puño, baila, salta. Todo el estadio de Ferro lo acompaña. Es sábado, la temperatura es cercana a los 30° a las diez de la noche y “La Ventura“, con el poderoso Gambeat en el bajo, el virtuoso Majdid en la guitarra y el legendario Philippe Teboul –exMano Negra– en la batería, atraviesa los oídos y los cuerpos transpirados de las 25 mil personas que agitan el predio de Caballito.

“¿Qué pasó, qué pasó?” es la pregunta que repite, con la intensidad de quien exige lo que le corresponde: está hablando de Luciano Arruga, el joven desaparecido hace casi cinco años en Lomas del Mirador en manos de la policía bonaerense. El mensaje es claro y la escenografía lo remarca. A los costados dos telas pintadas rezan: “Ni una piba menos” y “Ni un pibe menos”. Decir que las noches en vivo de Manu Chao y su banda son hechos conceptuales no es exagerado. La estética de sus shows se convierte en hilo conductor presentando a un todo que empieza en el primer tema y acaba en el último. No hay silencios, las divisiones de las canciones son difusas, los fragmentos vuelven y lo único claro es que es necesario mantenerse en movimiento, bailar, como si esa fuese la única respuesta frente a la resignación permanente contra la que se pelea. Como si esa fuese la única forma de llegar a ese otro mundo que dice que sueña, “sin guerra, sin temores, sin vallas, sin palizas”. Por eso a la potencia sonora se le agregan siempre los colores, esta vez proyectando en las pantallas dibujos y animaciones de su amigo y compañero de proyectos Wozniak, un dibujante polaco–francés con el que Chao, además de pequeñas co-producciones, hizo dos libros de poesías, dibujos y collages.

Un viaje constante lleva a la banda a pasearse por las versiones más punkeadas de sus clásicos, los reggaes más dulces y las tradicionales e interminables rumbas. En el medio, el set Mano Negra –con “Mala vida” como estrella principal– hace estallar al público como si no hubieran pasado ya más de dos horas de show. Para ese momento, los vientos de Radio Roots, banda que hizo de telonera algunas horas antes, se hacen presentes para adoptar un ritmo de entradas y salidas al escenario que se mantendrán por todo lo que resta del recital. Más temprano habrían pasado también el ex-Umbanda Gaspar Om y su compañera de ruta, la exAmparanoia Amparo Sánchez, que participó también de la presentación que el franco–español realizó en Córdoba semanas antes.

Mensaje directo a Monsanto

Mientras la noche se sucede, constante (no habrá jamás un silencio, un espacio en blanco, aún en las salidas que imitan un final para el ritual pedido del bis se escucharán sonidos espaciados o alguna pista que sostenga el clima), los colores siguen presentes. En el fondo del escenario, una tela que ocupa todo su ancho grita: “Fuera Monsanto de América Latina y del mundo. Desalambremos esta vida”. El mensaje es para la multinacional norteamericana más grande del mundo en materia de semillas transgénicas y agroquímicos, contra la cual se lucha en varios puntos de nuestro país y continente. Es así como en dos oportunidades el micrófono es tomado por la gente de “No a la mina” de Córdoba, primero con la expresa denuncia hacia la policía y la UOCRA por amenazas y amedrentamientos, y luego para que el rapero Perro Verde arremeta con sus improvisaciones, seguro, frente a toda la multitud. Manu Chao logra así que todo el estadio coree, al igual que con “Me gustas tú”, los versos: “Te lo digo, te lo canto, ¡fuera Monsanto!”.

Como es costumbre, los encuentros con el exMano Negra son más que música. Son manifestaciones políticas que incluyen la ampliación de las voces más acalladas: derechos de minorías, pueblos originarios, cuestiones de género. Quizá el ritual sonoro y visual, ese continuum de sensaciones que el artista emana, tengan que ver con eso que canta. Con soñar otros mundos, con que esa tierra deje de temblar y de hundirse en el mar, con que alguien sepa, por fin, por dónde saldrá el sol.

*Fotos por Fernando Fernández

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