OPINIÓN

Tu entrada al rock

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Si vas a ver a LA RENGA, comprás la entrada y los pibes han editado la gráfica, han conseguido la distribución desde ellos mismos, ponen precios accesibles y tenés que ir a verlos al barrio -al que sea- porque tenés que estar ahí. Eso es una banda independiente que llena estadios.

Si vas a ver a SODA STEREO (se lamenta la comparación banal, pero es paradigma simple y sale para que se entienda; odiemos a Borges), hay bancos, entradas mecanografiadas por computadora, intermediarios, neoliberalismo salvaje… No es cuestión sólo de caretas y esas dicotomías.

Pasado mediados de los noventa, nuestro querido men*mismo había sentado las bases de los intermediarios para todo en un país que se orientaba a los servicios y al servicio de los grandes capitales. Los vimos a todos: METALLICA, U2, MADONNA, MICHAEL JACKSON, LUIS MIGUEL, AEROSMITH, NIRVANA, SEPULTURA… “Paren de venir”, decía un hit radial barato.

Pero el tipo de cambio y las políticas económicas no sólo dejaron el espacio para la llegada de bandas por la conveniencia en la relación peso-dólar, sino que además sentaron e hicieron creíble un negocio que hoy es una realidad incuestionable: el monopolio de la distribución de entradas, que se extiende a bandas nacionales e internacionales por igual, y no sólo se conforma con el rock sino que también lo hace con cualquier tipo de espectáculo dentro de la burbuja financiera del showbusiness.

Una nota de JUAN STRASSBURGER en el Suplemento NO de Página 12, denunció hacia el 2006, el avance completamente ilegal que han hecho las empresas sobre la venta de entradas a los grandes espectáculos (cosa que ya en ese entonces y desde hacía tiempo, se venía practicando, incluso en shows medianos).

Básicamente la denuncia consistía en mostrar lo turbio en la venta de entradas, en el engaño sobre el producto que se vende y sobre la trasgresión a las leyes que pocos conocen porque a pocos les importa (aún cuando el tema puede terminar excluyéndote a vos en esta sociedad exclusiva).

Como disparador de otras cuestiones, la nota de JUAN llevó a un análisis mínimo y superficial de la letra chica escrita en el dorso de las entradas que vende una (sí, no es la única, aunque poco importa) de estas empresas. Las condiciones de venta dicen cosas como esta:

– El Vendedor es responsable del servicio o evento a realizarse, sujeto a las condiciones de venta del Vendedor.
En otras palabras, yo me hago cargo por lo que se vende.

– NINGUN CAMBIO, REINTEGROS O DEVOLUCIONES SE ENCUENTRAN PERMITIDOS, excepto en las condiciones que el vendedor establezca.
En mayúsculas anticipa lo que piensa la empresa de movida si comienzan los reclamos. La excepción es casi una amabilidad después del correctivo, por si a vos, zurdito, se te había ocurrido venir a plantearnos algo.

– Si la fecha de un evento variara por alguna circunstancia las Entradas serán validas para la fecha definitiva que fije el vendedor.
O bien, si suspendemos, te aviso y vemos que sale. Esquizofrenia con múltiples personalidades tienen las empresas: Me hago cargo pero no te aseguro nada (o me hago cargo cuando quiero).

– Si un evento es cancelado debido a cualquier causa, incluso las que respondan acaso fortuito o fuerza mayor, no existirá derecho alguno a efectuar contra la Empresa reclamos por devoluciones o reintegros.
Bueno, en realidad, mejor no me hago cargo de nada, cambié de opinión en dos renglones y usá la entrada de póster diciéndole a tus amigos que viste el último show de SKA P o lo que haya sido que te perdiste, niño del interior.

Y la frutilla del postre:

– El Vendedor se reserva el derecho de agregar, modificar o sustituir artistas, variando los programas, precios y ubicaciones difundidas así como la capacidad del auditorio. El Vendedor se reserva el derecho de admisión.
No me importa ¿Se entiende?

¿Y qué hay con las bandas?

LOQUERO dice que sus contemporáneos tenían mensaje y compromiso antes de volverse caretas y que ahora están perdidos en la Bond, están soñando con llegar….
Eso le está pasando a casi toda banda que de golpe quiere crecer y llevar su mensaje. Pocos zafan de esas tentaciones y la tercerización del servicio de venta de entradas ya no es más una cuestión de practicidad y pasa a representar un avance en alejarse del público mano a mano para volcarse a lo masivo. Quizá sea lo que DAFFUNCHIO quiso justificar en sus últimas declaraciones sobre la continuidad de LAS PELOTAS.

Entonces, el llamado, la petición, el reclamo (o como quieras llamarlo), no es a las empresas transnacionales para que dejen de explotar a la gente o engañarla. Eso nunca va a dejar de pasar. Tampoco se trata de querer estar subido en el púlpito para indicarles a todos la mentira que ya conocen y tratar de adoctrinar. Esto le habla a las bandas, que son las que generan la historia, los entes creadores y los hacedores de la cuestión en sí.

Con un simple trabajo de equipo, con amigos y confianza, las cosas pueden funcionar. El caso de LA RENGA y de tantas otras bandas así lo demuestra. Sin entrar en el idealismo casi estúpido en el que a veces se suspenden los soñadores, una banda tranquilamente puede evitar a las empresas (ya sea desde su contrato con una discográfica o con mera voluntad) que tercerizan la venta de tickets.

Y eso, esa unidad que plantea el simple mano a mano de la entrada, de la banda a la gente, sin intermediarios y con propia responsabilidad, según parece, está dejando de existir. Las bandas se distancian del público y el público empieza a decirles caretas, porque además grabaron con tal o porque tranzan con aquel otro para tocar en tal festival y porque ahora crecieron y es necesario que otros los administren porque ellos, por x razón, no pueden, ni sus amigos tampoco, ni su familia ni nadie cercano. Bienvenidas las corporaciones entonces.

El reclamo de la gente por el service charge de terceros no es solo por el precio. La crítica de careta a una banda no es solo por el sonido, el lugar donde toca o la gira por Latinoamérica… Es por la lejanía.

Este tipo de tercerizaciones no hacen más que alejar a la gente de la banda de sus amores, de a poco y lentamente, hasta que los pibes, abajo, si miran el escenario ven a una empresa fría como una reunión de Capif. Y las emociones llegan vía celular.

Los contratos discográficos son estándar para todas las bandas: ahí se decide quién venderá las entradas, quién distribuirá los discos, etc. Es por esto que cuestionar a los artistas por firmar un contrato sin replantearse algunas de estas cuestiones en realidad llevaría a una camisa de once varas, dado que ese contrato puede llegar a representar una salida rápida para darse a conocer.
Cuestionable o no, lo seguro es que la gente, de alguna manera, lo siente, sobre todo en los grandes festivales… Aunque eso ya es otra historia.

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