RESEÑAS

La sonrisa de Gardel

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Nunca vi a LOS GARDELITOS cuando KORNETA aún estaba con vida. Andá a saber si me hubieran gustado. Pero no, no tuve la oportunidad. En este último tiempo me vengo arrepintiendo de eso. De no haber visto al quía éste, el KORNETA. Pienso en eso mientras observo a la pendejada allá adelante, que no le da respiro al agite. Van calentando el garguero, ambientando con canciones a capella. No paran.

No paran hasta que la espera termina siendo las nueve y monedas, cuando tres puntos bien empilchados se apersonan ante la audiencia y son recibidos con gran afecto. Buena pilcha, dije, tal como marca la costumbre gardeliana: saco negro, camisa en compossé, sombrero con el ala requintada.

Pispean un poco el ambiente y al ver que es óptimo para la velada, se mandan nomás con las primeras piezas, que salen pegaditas y sin respiro: “Cobarde para amar”, “El comandante Marcos”, con su letra tan para la piel de gallina, y “Anabel”.

Le siguen “Los chicos de la esquina”, con nuevo arreglo de bajo que le da un aire disco a la canción, y “Volveré en tus ojos”, grandiosa chacarera rocker que dice que el día que yo me muera no quiero ir al cielo, que quiero quedarme cerca para ser tu consuelo. Pequeños detalles nomás, pero que adquieren ahora una nueva dimensión.

“Por eso es que quiero abrir mi cuerpo a las lluvias tibias del camino aquel, donde mueren estos negros pensamientos, donde nace el viento de la libertad”. Y claro, che, todo se lee de otra manera. La melodía de “Nadie cree en mi canción” es todo lo que necesita una simple y bella composición. Y el solo de viola de ELI SUÁREZ es redondo, brillante, propio de un buen guitarrista, siempre atento a las armonías y a lo que el tema le sugiere. Tanto, que me recuerda un poco a GEORGE HARR… no, me van a matar si lo pongo. Es que, claro, es rock barrial, así que palo y a la (misma) bolsa. ¿Se taparán las orejas con las mismas etiquetas que ellos se encargan de crear? Qué sé yo. Suenan “Amando a mi guitarra” y “Llámame”.

“No puedo para mi moto y Los Querandíes son, en muchos sentidos, canciones diametralmente opuestas. Y sin embargo, aquí y ahora, una luego de la otra, generan juntas unos de los mejores climas de la noche. La primera tiene un clima épico y oscuro que se acerca bastante a la atmósfera de ”Oktubre”, con excelentes pasajes melódicos. Su poesía es opresiva, surrealista, cargada de sentimientos de duda y melancolía, y va de aquí para allá dentro de su propia retórica. Los Querandíes, en tanto, es un sencillo carnavalito, inocente, profundo, y se canta a pecho inflado en primera persona, con el lenguaje que utilizamos todos. Y todos la cantamos. Aquí adentro es una fiesta, muchachos. Y a eso no hay con qué darle, que tanto. Ahorremos palabras: acá hay una fiesta.

Un par más: “Máquinas viejas” y “Estamos podridos”. Se van los empilchados. Regresan para los bises con el clásico “Gardeliando”, con “Envuelto en llamas”, y el final a puro rocanrol con “La calle es un espejo”.

Supongo, así por decir, sin información sobre el caso, que el legado material del KORNETA al resto de los SUÁREZ no ha sido gran cosa. Pero todo padre ofrenda una herencia: éste nomás ha dejado un puñado de buenas canciones para que su banda, su familia, siga rodando. Y qué sé yo, a nosotros los que creemos, simplemente creemos, nos gusta pensar que sí existe la magia. Y que los muertos pueden revivir una y otra vez, y que pueden pasearse muy orondos entre la gente, cada vez que su obra se despliega maravillosamente ante nuestros sentidos.

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