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Plumas y violas, revisión de una relación feliz

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Cualquier cosa que no puedo cantar, la llamo un poema

A mediados de 1960, en Los Ángeles, JIM MORRISON, RAYMOND MANZAREK, ROBERT KRIEGER y JOHN PAUL DENSMORE formaron lo que terminó siendo uno de los grupos de rock fundamentales para el género: THE DOORS.

La historia, como es sabido, cuenta que la banda encontró su nombre en una obra del poeta inglés WILLIAM BLAKE. “Si las puertas de la percepción se abriesen, todo aparecería ante el hombre tal cual es: infinito”, decía ese verso que también tomó el escritor británico ALDOUS HUXLEY para titular uno de sus tantos ensayos: “Las puertas de la percepción”.

Afortunadamente, hacia atrás y adelante en el tiempo, existen muchos puntos más de encuentro entre el rock y la literatura.

Fijémonos, por caso, en el australiano NICK CAVE, que no sólo hizo punk rock sino que también publicó libros; uno de ellos, la novela “Y el asno vio al ángel”, fue destacado por la revista inglesa Time Out, en 1989, como el mejor del año en su género. Y además, en una ocasión, CAVE dio una conferencia en la Academia de Poesía de Viena titulada “La vida secreta de una canción de amor”.

Otro ejemplo está en BOB DYLAN, que también escribió libros y que incluso llegó a ser candidato a Premio Nobel de Literatura. De él, también, al respecto de este tema, podemos citar la siguiente frase: “Cualquier cosa que puedo cantar, la llamo una canción. Cualquier cosa que no puedo cantar, la llamo un poema. Cualquier cosa que no puedo cantar y es demasiado larga para ser un poema, la llamo una novela”.

Tuve suerte el día que a tus escritos llegué

Revisando el panorama planteado en Argentina, surge de inmediato ALMAFUERTE, seudónimo del escritor PEDRO BONIFACIO PALACIOS, que a mediados de la década pasada RICARDO IORIO tomó para nombrar al grupo que armó luego de la separación de HERMÉTICA. La banda tiene, además, una canción dedicada a este escritor, que, desafiando a la redundancia, se llama Almafuerte y está en el disco que lleva ese mismo nombre; “Masticaste soledad por no callar verdades y contra la ignorancia guerreaste sin títulos que te respalden”, dice uno de sus versos.

Por ese mismo entonces, impulsado por sus desbordes creativos, PALO PANDOLFO comenzó a subirse a escenarios para recitar todo aquello que quedaba afuera de sus canciones de LOS VISITANTES, banda que lideraba por esos días y, con ayuda de algunos amigos rockeros y artistas en general, armó el colectivo literario LOS VERBONAUTAS.

La rama fundadora de la agrupación se completaba con KARINA COHEN (novia de PANDOLFO y corista de LOS VISITANTES), OSVALDO VIGNA y PABLO FOLINO, ambos dedicados al arte plástico y la poesía.

Luego, con el paso del tiempo, se sumaron otros colaboradores, como el poeta y diseñador HERNÁN, el escritor VICENTE LUY, GABO FERRO, que por ese entonces lideraba PORCO y hoy, además de su prolífica labor como solista, está a punto de editar un ensayo sobre vampiros en la época rosista, y EDUARDO NOCERA, que luego participara del reality show “El bar”, donde llegó con el mote de “El poeta de San Telmo” y en el que, entre otras cosas, dejó para la posteridad el recuerdo al travesti Celeste de su verdadero nombre: “Carlos te llamás”, le aseveró.

LOS VERBONAUTAS solían presentarse de teloneros de LOS VISITANTES y de otras bandas del under de esa época, por lo que hasta estos días cultivan el dudoso honor de ser un secreto a un par de voces. Matizados con empanadas y vino, los pocos que tuvieron la suerte de verlos in situ, además saboreaban de las actuaciones, la musicalización y la puesta en escena ad hoc ideada por ANALÍA GAVEGLIO, que oficiaba de hilo conductor entre tanta poesía disímil.

Hacia fines de los 90´, aquellos locos lindos que en sus comienzos solían interrumpir la tranquilidad de ciertos restaurantes para recitar sus poesías de arrebato, emprendieron una repentina disolución, no sin dejar una marca fundamental en la cultura under de aquella década.

Yendo al 2000, tenemos fundamentalmente Estaciones de tinta negra, el libro de poesías que CHIZZO de LA RENGA escribió y publicó junto a su amigo FERNANDO VERA, creador del fanzine rengo “El precipicio”.

“Estaciones de tinta negra”, como se recuerda, fue presentada en la Feria del Libro por sus autores, y también estuvieron CAROLINA BASKO —la mujer de CHIZZO, que colaboró en el libro con ilustraciones— y EL TANQUE y TETE, batero y bajista de LA RENGA respectivamente, que fueron para hacerle el aguante a su compañero y también para cerrar el evento junto a él, haciendo “Voy a bailar a la nave del olvido” en formato acústico.

El antecedente local y directo a los poemas de pluma renga, lo podemos encontrar en 1977, cuando LUIS ALBERTO SPINETTA da a conocer una recopilación de escritos bajo el nombre Guitarra negra.

Según cuenta la historia, la mayor parte del libro fue escrita en el 73´, prolífico año para el músico, que se encontraba entre el apogeo de PESCADO RABIOSO y las ganas de arrancar con un nuevo proyecto, la semilla que luego germinaría en INVISIBLE.

Por otra parte, siguiendo con este milenio, está el caso de CUENTOS BORGEANOS , grupo que lidera ABRIL SOSA, ex baterista de CATUPECU MACHU.

Se sabe que el ahora cantautor y guitarrista gusta de la literatura y la filosofía —de hecho, según el perfil de su blog, él es un músico y pensador— y es por eso que así tituló a su actual banda, en homenaje a uno de sus escritores preferidos, JORGE LUIS BORGES.

Hacia finales de 2007, ABRIL compartió una charla con MARÍA KODAMA, viuda de BORGES, que preparó el Sí de Clarín, y en la que sobre todas las cosas hablaron del fallecido autor.

Espíritu rock

Proponemos ahora una inversión de la relación planteada: en vez de fijarnos en lo que el rock tomó de la literatura y aportó a ella, fijémonos en lo que la literatura sacó del rock y dio a él.

Por ejemplo, el caso del escritor FABIÁN CASAS, criado en Boedo, donde se empapó de barrio, fútbol y rock and roll, e inspirado en distintas imágenes disparadas desde su célebre Winco pintado de blanco y la esquina de Estados Unidos y Maza, se largó a escribir cuando apenas tenía once años, titulando “Pomelo” a su primer cuento, que inconscientemente remite al libro de enseñanzas de YOKO ONO, que lleva el mismo nombre.

El aporte principal de CASAS al rock se dio con la composición de letras para sus amigos del grupo PEZ.

En primer lugar, en el séptimo disco de la banda, “Folklore”, firmó “La escuelita del Señor Extraño” y la suite “Buda”, todos con sabor a infancia boedista.

Posteriormente, en el siguiente disco de estudio de PEZ,

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