Alice in Chains en el Luna Park: lo mejor está por venir

Alice in Chains dio un gran concierto el sábado por la noche en el Luna Park, donde la nostalgia no dijo presente.

La lógica del estilo nos tiende a decir que no hay banda que sobreviva a la muerte de su cantante. Por suerte el rock siempre se mantiene imprevisible y nunca está dicha la última palabra. Alice in Chains es un grupo que ha sobrevivido a dos muertes, ha sobrevivido a los cambios de moda, los cambios de generación y todavía siguen de pie.

El escenario es el Luna Park. El histórico palacio de los deportes está plagado de gente ya madura, pasando los 30, pero que se niega a dejar ir el fuego de su juventud. Es por eso que aunque se trabaje de corbata y camisa, siempre estarán los jeans gastados, la remera de su banda preferida y una camisa cuadrillé encima por si hace frio. Este no es el uniforme o la vestimenta de moda; es el traje que viste desde su más tierna o turbulenta juventud.

Ese primer grito con “Them Bones” no suena 20 años tarde, suena exactamente en el punto justo de un nuevo comienzo. Que la histórica “Dam That River” y la nueva “Hollow” sean recibidas de la misma manera es el mejor indicio de eso. Cantrell, Inez, Kinney y Duvall no son una banda de covers tratando de lograr algo de gloria del pasado. AIC es una banda de rock como las de antes, como Purple o Sabbath, donde por más desfile de integrantes que haya, la esencia es la misma. Es que mientras el fallecido Layne Staley durante los 90 se mostraba como el guía de la banda, Jerry Cantrell ha resurgido como el verdadero héroe de esta novela. Es que cuando suena “Check My Brain” y tiene a todo el estadio saltando, sabe que ha logrado lo imposible.

Desde el primer instante y hasta finalizar el show, el sonido va a ser impecable. Las luces van a ser impecables, la banda, el público. El lugar perfecto para ver a la banda perfecta; el clima de opresión, la oscuridad llevada por Mike Inez (nunca un bajo fue tan importante en una banda) y la sutileza de Sean Kinney, nunca con un golpe de más, nunca uno de menos. Pero los que más miradas se llevan son, en primer lugar, Jerry Cantrel, casi reinventado como un glam rocker; un tipo que no dirá mucho durante el show, que se dedica a llevar adelante su obra, que salta entre los oscuro y lo luminoso, lo sucio y lo magnánimo. El claro ejemplo de esto es durante “Nuthsell”, soleando de manera ejemplar elevado sobre la multitud. Y, por supuesto, también William Duvall, la persona con el puesto más difícil en la banda. Y lo logra llevar adelante porque nunca quiere reemplazar a nadie: pone su impronta, su presencia, su garra. Pareciera tener mucho respeto por la obra de Alice in Chains, además de por Staley. Si bien sus voces son similares, nunca estamos viendo a un clon; todo lo contrario. No es un muchacho retraído, es un rockstar con la suficiente escena para levantar al público. Hasta parece ser un fan más al cantar “Man in the Box”.

AIC no solo logró lo imposible al volver de forma óptima en vivo, también lo hizo en el estudio. Nadie puede dudar que “Black gives way to blue” y “The devil put dinosaurs here” están a la altura de su catálogo clásico, sino lo supera, tal vez. Sin tratar de recrear lo logrado en el pasado, temas nuevos como “Stone” o “Phantom Limb” hacen sonar al grupo más malvado que nunca, sin necesidad de buscar el hit o los momentos fáciles. Por supuesto que himnos como “No Excuses” o “Down in a hole” despiertan las lágrimas hasta del más duro, y las inesperadas “God am” y “Junkhead” el fervor de los fans incondicionales.

El final con “Would?” y “Rooster” es realmente majestuoso; esos momentos por los cuales uno sigue en esta música por tanto tiempo. Una hora y media que pasaron por muchas emociones juntas. Nadie se fue queriendo ver a la banda original o añorando tiempos pasados. La gente se fue viendo a Alice in Chains. Únicos e irrepetibles.

*Fotos por Cristian Seligmann

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