RESEÑAS

Jueves que hacen llorar

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Les crees, y eso es básico. Los tipos salen al escenario a hacer lo que saben, no hay poses ni actitud rocker. Cero demagogia. La conexión con el público pasa por otro lado: canciones es la palabra clave.

No sé a qué hora empezó el recital, pero ya había pasado la medianoche del jueves. Mucha era la gente en La Cigale, y muy variada. Un gran porcentaje de los presentes parecía estar ahí no precisamente por la banda y se mostraban expectantes, como con cierta curiosidad. ¿A ver qué onda estos tipos?

Y estos tipos son MARIANO ‘MANZA’ ESAÍN (voz y guitarra), LEANDRO DE COUSANDIER (guitarra), LUCIANO ESAÍN (batería y coros), y MARIANO LÓPEZ (bajo). VALLE DE MUÑECAS, bah. Una banda que apunta a tu parte más sentimental, con canciones disparadas como flechas hacia tu interior. Resulta imposible no emocionarse, no hacer propias esas letras casi susurradas al oído por la tan particular y dulce voz de un tímido cantante que poco tiene de estrella de rock.

Sábados, un tema súper lento -de esos bien bajoneros- marca el comienzo de la noche, un arranque nada “marketinero”. Si uno no conociera a la banda podría esperar otro tipo de comienzo, algo más arriba, sobre todo para cautivar al público nuevo. Pero no: ellos salen así, grises como la noche de este jueves, directo a ponerte la piel de gallina. Hasta dan ganas de llorar. ¿O me vas a decir que nunca volviste a tu casa un sábado al amanecer, ahogado de luz tropezando con tu soledad y masticando promesas vanas, queriendo saber qué lejos está esa persona que te hace sentir fuera de lugar?

El show continúa en la misma sintonía. Le pegan Regresar (a través de la noche) y Respuestas, otras dos hermosas canciones que hablan del doloroso paso del tiempo, de la soledad, de los recuerdos… pero de sentirse vivo.

Recién tras el tercer tema MANZA saluda con un tímido Buenas noches. Y listo, siguen tocando. A lo largo de la velada dirá alguna que otra frase, algo sobre el disco nuevo (“Folk”, 2007) o sobre las próximas fechas. Pero no mucho más, que lo que importa son las canciones.

Más allá de las excelentes composiciones, todo VALLE DE MUÑECAS pasa por una guitarra de la que brotan melodías como torbellinos de sensaciones. Y una batería, que marca el pulso del corazón, un machaque preciso que por momentos corta la respiración. En vivo suenan con la prolijidad del disco, todo súper ajustado, pero con el plus de que -al tocar siempre en espacios chicos- es como tener a la banda tocando en el living de tu casa: se genera un clima intimista que no incomoda sino todo lo contrario, libera.

Las canciones se suceden, las sensaciones se profundizan. Hay un poco de asfixia, otro tanto de ”dejadez”, recuerdos y algo de sentimientos encontrados (o desencontrados). Hay algo que oprime el pecho, y una lágrima que quiere salir.

Suenan algunos temas más del primer disco del grupo, ”Días de Suerte” (2005), y otros de la reciente placa. Cuando el final es inminente caigo en la cuenta de que los curiosos han sucumbido a los encantos de este grupo: todos están abstraídos, como buceando en su interior, pero sin dejar de estar presentes, atentos a lo que ocurre sobre el escenario.

Tras una breve despedida, un rápido retorno y dos canciones más de yapa. El final es bien arriba (un poco más arriba, bah), con I held her in my arms (de VIOLENT FEMMES), que intenta sacarnos del trance. La catarsis ya está acabada: el resultado es una sonrisa en la cara, pero sobre todo la certeza de que dentro nuestro algo se movió.

VALLE DE MUÑECAS te sumerge en –parafraseando a SANDRO- un mundo de sensaciones. A través de sus hermosas canciones, y de una sutil manera, te introduce en una serie de sentimientos ampliamente reconocibles por cualquier ser humano (soledad, dolor, amor, temor, etc.), y logra emocionarte hasta que probablemente se te piante un lagrimón. Tras este remolino sentimental, la descarga, para que llegue luego una sensación placentera y puedas sentirte (un poco) más vivo.

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