RESEÑAS

Escupiendo bichitos

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Cuando uno le sugería al violero y cantante de la banda (JOAXX) que podían ponerle un poco más de punk rock a las canciones, el muchacho sólo atinaba a responder “¿Más?”. Y tenía razón.

No es que la fiesta estaba plagada de crestas, tachas y borcegos, pero el aire estaba inundado de un DYS punk que aseguraba que las preguntas al violero eran, no sólo innecesarias, sino que casi retóricas.

Con un DJ (MINGO STARR) al fondo disparando bases sólidas de bits encadenados, dos guitarras sulfurosas (sulfurosas es la palabra que las define cuando se escuchan) y los coros de una niña acompañando la voz de un muchacho a dos micrófonos, CTX agitó a los presentes interpretando canciones propias y versiones libres (bien libres, tanto que eran libertarias).

En realidad no hay ideología más que la de la música. Los cuatro personajes en el escenario improvisado brindaron un set rebosante de psicodelia y poder. Parecía que el aire se hubiera inundado de libélulas fluorescentes que picaban a la gente desde cualquier parte: el techo, las paredes, el suelo, de cualquier lado.

De a ratos el sonido envolvía a las personas, que nadaban en un mar gris verdoso de petróleo pegajoso para salir a una superficie de 35 soles chisporroteantes que provocaban saltos de cinco metros a los más audaces bailarines, mientras las guitarras estallaban como vidrio de flores molidas.

Resulta inexplicable como de un pumpumpumpum y un iaaaaunnngggblingtimng puede dilucidar de a poco la melodía de un tema de THE DOORS, pero de los parlantes brotaba eso mientras los desconados del público hacían lo poco que podían para entender qué estaba pasando.

CTX brilla de a ratos, se hunde, salpica perlas rectangulares y se calla sólo para volver a empezar y martillarte los oídos con una maza, que te hunde en el suelo y se pone luego abajo para que saltes como si estuvieras en un castillo inflable.

Sin pogo, indescriptibles y con micrófonos distorsionados, de verdad que no hay algo más que pueda encontrar para definir a la banda, es cuestión de ir a verlos y entregarse al poder de sus luciérnagas, que disparan en cualquier momento. De hecho, puede que lo estén haciendo ahora.

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