RESEÑAS

Cronistas de la realidad

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“Atrapasueños”, esa furia zigzagueante envuelta en palabras de pérdida y desilusión de una “agonía que es tan normal” y la decisión de desactivar la “bomba de nuestra obviedad”, fue el inicio del recital de CARAJO en el Teatro Flores el viernes por la noche.

La mezcla entre ese primer paso desesperado entre los restos del estallido alguna vez marcó la primera placa del trío liderado por MARCELO “CORBATA” CORVALÁN, esa voz que en “Triste” roza los tonos más suaves para llegar en gritos desgarradores que siguen al punteo musical de su bajo.

Un público, en su mayoría adolescente, agitó sus cuerpos en cada canción. El sudor y el calor parecían inexistentes para aquellos que conforman un gigantesco cuerpo que en el centro de El Teatro giraba en los momentos más oportunos para la explosión de gritos de CORVALÁN, los incontables y exactos golpes de ANDRÉS VILANOVA y las expansivas notas de la guitarra de HERNÁN “TERY” LANGER durante toda la noche.

Parece difícil encontrar una canción que mece y tranquiliza como “Fluir”, seguida por un himno del desterrado como “Salvaje”. Incluso, para muchos CARAJO puede pasar como un power-trío más donde las canciones son un puñado más en el montón y poco valen para oídos que se jactan de escuchar “buena” música.

Entender por qué CARAJO puede tirar sentimientos de lucha contra lo predeterminado en un formato musical menor a los tres minutos como “Como debería ser”, para luego seguir con la oscuridad de “Ironía”, antecedida por el estandarte de principio de “Resistiendo con ideas” y el pedido de fe de “Algo en que creer”, con una intro de “Another Brick in the Wall”, es entender la sensación térmica de los últimos cinco años.

Ese grito de gargantas desagarradas en el suplicio de vivir, impregnadas por el terror y las fallas de “El error”, fueron un pasado reciente que CARAJO supo convertir en canción. “El vago”; esa canción para las chicas, para los padres, para los señores y “para toda la vagancia presente”, como remarcó CORBATA; parece un simpática canción sobre la vida de un muchacho que poco tiene. Pero quedarse en esa idea y no ver que esa persona está representando a miles en este país, y que sus expresiones de disconformidad máxima (tal vez única) sean gritar y saltar en el lugar más próximo, es minimizarla.

Despejar la mente en medio de un torbellino de sentimientos y acciones fue, para muchos, la única salida temporal para seguir en el camino durante estos últimos años. La simpleza de los sonidos fue, y sigue siendo, el nicho para resguardar el espíritu. Las luces azules en “De frente al mar” -esta vez sin el sitar de MIGUEL BOTAFOGO, padre de el baterista- llevó la calma entre los cuerpos que se mecían con la calma de las olas hechas canción, seguido después por un tema nuevo: “Alma y vida”.

El llamado al positivismo de la acción entre la realidad en “De hoy no pasa”, a pesar de que la suerte “ya se mal copó”, pobló consignas y banderas. Pero el descreimiento fue más fuerte en el mar de individualidades que influenció aquel primer paso de CARAJO ante los oídos nuevos cuatro años atrás: “Sacate la mierda”.

El sentimiento del momento parece efímero, pero siempre deja su huella en las memorias. Esa emotividad puede levantar cualquier cantidad de cuerpos, siempre y cuando el recuerdo sea el mismo como en el cover de “Smells Like Teen Spirit” de NIRVANA, el último tema de la noche.

Aquella tapa de “Atrapasueños”, con esa suerte de niño-anciano tratando de mantenerse en el cielo con un simple globo rojo, dos años atrás era la materialización de esperanzas hechas canciones. Hoy, aquel trío que tomó algo del último A.N.I.M.A.L. parece ir por un camino de ritmos exactos y propios que verá la luz nuevamente en un próximo cd y dvd. ¿Podrán ser la imagen y sonido de una etapa demasiado difusa para todos?

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