RESEÑAS

Un tal Atilio

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Atilio es esa extraña creación que un día apareció en los videos de VETAMADRE. Atilio es ese ser casi raquítico y con enormes ojos que no sale de un marco que lo sostiene sobre las nubes, una especie de cárcel que le permite estar de pie. Atilio es ese dibujo que se multiplicaba en las remeras de los seguidores de VETAMADRE el jueves a la noche, cuando la banda tocó en La Trastienda. Atilio es, también, ese chico o chica que encuentra en las primeras notas de la noche en “Un millón de soles muertos” (del disco “Libérenme”) la respuesta a tantos meses de espera.

“Esperamos mucho tiempo para esto”, dijo JULIO BRESHNEV, cantante de VETAMADRE, después del segundo tema, “Sin mirar”. El show fue la excusa de un recreo en las grabaciones del próximo cd de la banda. Y para la presentación de ADENOMA como teloneros.

“Atilio” es ese tema que después de tantos años, desde su aparición en el cd “Ruidos del mundo”, va cambiando su significado, como explicó JULIO. Mientras, en el fondo pasan las imágenes de la banda y las banderas, muestras de fanatismo de los seguidores. Desde la batería, FEDERICO COLELLA arroja los palillos después de “Ruido del mundo” y antes del único cover de la noche: “The bends” de RADIOHEAD. La potencia de las cuerdas parecía suavizarse con el teclado a cargo de MARTIN DEJEAN en “Letargo”.

Atilio es la personificación del fanatismo. Y los fanáticos aceptan lo viejo y, con más alegría, lo nuevo; como los temas “Más simple” y “Despertá”. Las luces rojas blancas hacia el público crearon el complemento a los momentos de estallido, como en “Lluvia cósmica” y en “Rara puerta”. Las luces azules y amarillas, por el contrario, buscaban el descanso de los cuerpos en los temas “Acá” y “Torrente”.

Atilio es, además, la materialización del sentimiento de ayuda, apoyo. “No me ves” y “Ser humano” fueron el momento de aliento para el artista invitado, ESTEBAN SERNIOTTI de CABEZONES. Las cabezas se agitaban entre la distorsión de las guitarras y el bajo de MARCELO MONTE, quien después gritó al micrófono: “¡Aguante CABEZONES!”. El tema final, “25 muñecas”, fue el momento ideal para los saltos y el pogo de la noche.

Atilio es parte de VETAMADRE, Atilio es parte de los fanáticos. Pero, a esta altura, VETAMADRE es parte de sus seguidores, aquellos que viven las letras como propias y las convierten en sus himnos, repetidos y cantados hasta el hartazgo pero no por eso aburridos.

“Amanecer ciego” en versión acústica, “Allá afuera” y “Números” fueron los tres bises finales. Mientras un muchacho peleaba casi a muerte contra una chica de pequeña contextura por quedarse con partes de los instrumentos arrojados por el batero, la banda saludaba a sus fanáticos. A sus atilios y atilias.

“Intensidad profunda para subir y después bajar”, dijo BRESHNEV durante el show. Una intensidad creada arriba y abajo del escenario que sólo se siente cuando se la vivió alguna vez. Una profundidad que sólo se aprecia cuando se sube y se recuerda desde abajo. Lo mismo que vivió un tal Atilio o, lo que es lo mismo, un fanático de VETAMADRE.

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