
SHOWS
Teatro de la tragedia
El jueves, en el teatro Vorterix, Lacrimosa se presentó por quinta vez en Buenos Aires, en esta oportunidad dando un show particularmente largo.
Lacrimosa siempre fue una banda rara, siempre se movieron en su mundo. No pertenecen al universo de los festivales, fueron mirados de costado por la escena metalera, la cultura clásica no los toma en cuenta y nunca convencieron a los góticos de la vieja escuela. Casi que se mueven en su propia burbuja. Tal vez es por eso que después de tantos años visitando el país, nunca lograron aumentar su convocatoria más allá del público fiel ya formado.
Tal vez todo eso desata la devoción que explota en la gente cuando sale a escena. Claro que el culpable de esto es su líder, Tilo Wolff, que sale de las sombras con su voz profunda entonando “Ich bin der brennende komet”.
Todo desde el principio en la banda es impecable: las luces, la sobria escenografía, el sonido y la estética. Ir a un concierto de la banda es entrar a algo muy cercano a una ópera. Están los elementos clásicos y el sentimiento teatral. Wolff parece un personaje salido y anclado en el underground de los 80. No guía al grupo, solo se asegura que interprete a la perfección los sonidos que han salido de su cabeza. Él se encarga de dar la interpretación más intensa posible, como en el hit “Allein zu zweit”.
La otra figura es la tecladista Anne Nurmi que tiene varios momentos de protagonismo como en “Apart”. Lo único criticable es que su instrumento no se distingue del todo cuando la banda toca toda al mismo tiempo, o su voz, cuando debe cantar a dúo con su compañero.
“Por supuesto que no vendríamos con las manos vacías a Buenos Aires. Les interpretaremos algunas canciones de `Revolution´”, anuncia el vocalista antes de “Verloren”. Habiendo repasado los 20 años de historia en su visita anterior, la gente no se molesta cuando el grueso de la lista de temas está apoyada en el disco nuevo. No hay mucho por lo que quejarse cuando la banda sigue editando discos interesantes que están a la altura de su historia.
“Feuerzug” y “Weil du hilfe brauchst” son recibidos con el entusiasmo de nuevos clásicos por un público contemplativo, que no se va a dedicar a moshear o a saltar como lunáticos todo el show, tampoco va a corear cada guitarra. La música de Lacrimosa es delicada y así lo entiende la gente; hay momentos para escuchar y hay momentos para agitar.
Antes de “Revolution”, Tilo cuenta una pequeña historia sobre el egoísmo y el engaño de la gente y habla de cómo la revolución debe ser interna y personal.
Después de dos bises la gente no deja que la banda se retire sin antes tocar “Copycat”. Anne Nurmi sale corriendo a buscar a sus compañeros, que ya se habían ido, en un momento donde se ve lo mucho que se divierten más allá del dramatismo de la música.
Pasaron dos horas y media de un show impecable, pero la conclusión es que Lacrimosa seguirá en su burbuja. Será la estética, el coqueteo de género o simplemente la barrera del idioma las que no permiten cierto reconocimiento del mundo exterior. Tanto a la banda como a su público no parece importarles; ambos saben que pueden contar el uno con el otro. Los de afuera son de palo.
*Fotos por Guillermo Coluccio
[slideshow id=165]
Tenés que estar logueado para escribir un comentario Iniciar sesión