
SHOWS
Chez Vicentico
La voz de Los Fabulosos Cadillacs presentó su quinto disco en el Luna Park y deslumbró con un show casi familiar, en el que invitó a su esposa e hijo y desplegó la comodidad que los años le han dado.
Quien ha participado alguna vez de un concierto de los Cadillacs, en cualquiera de sus épocas, y ha visto a Vicentico transpirando la camiseta, no poco se sorprendería al llegar a su butaca del Luna Park y encontrarse con un estadio colmado de asientos entre los que no hay lugar para estar de pie, de señoras con peinado, de citas iniciales o incluso de un Gabriel Fernández Capello, me animo a decir, casi recién bañado. No se sorprendería menos quien se topase con un Vicentico que durante los primeros siete temas del concierto no pronuncia ni una palabra más que las de las lindas letras de sus canciones. Y cuánto más se sorprendería nuestro amigo si se viese a sí mismo disfrutando del show de la misma manera que cualquier adulto recién salido de la oficina o señorona recién “pelookeada” y caída al recital, bailando y silbando las canciones apenas terminado el muy despojado show, calmo e intenso a la vez. Entiendo que Vicentico, EL crooner argentino de estas épocas, hace a esta altura lo que quiere, tranquilísimo y aplomado, y que el título de su quinto disco, “5”, excusa a su vez para esta presentación a la que asistimos, es una muestra de que el escenario es el living de su casa.
Y si está poco locuaz, no tiene problemas con eso. Siete canciones pasaron desde que abrió con la bonita “Soldado de dios” hasta que terminó “Nada va a cambiar” y pronunció sus primeras palabras al público para presentar “a la señorita Valeria Bertuccelli” a cantar el segundo corte de su nuevo disco, un cover de Roberto Carlos titulado “No te apartes de mí”. Es un gran versionador de canciones y un tipo que sabe elegir muy bien cuáles versionar, aunque a todas las adapte y les ponga su fraseo tanguero y tristón. Pasaría un tema de ABBA y hasta uno de Xuxa donde también invitaría a la actual actriz y su señora esposa.
A lo largo de la noche, repasó temas tanto de “5” como del anterior, “Sólo un momento”. La banda que lo acompaña, de hasta 5 guitarras por momentos (cuando invita a su hijo, Florián), suena perfecto, con todo en su lugar y con cada lugar bien ocupado. Es que las canciones de estos discos tienen más de Dylan que de los Clash y más de Manal que de Celia Cruz. Mucho hammond, guitarras un toque surfers que hacen sonar a los últimos hits de los Babasónicos como Luciano Pereyra, como en “Viento” o la versión casi apunkada de “El rey del rock and roll”. También hubo alguito de los Cadillacs, como una versión de “Basta de llamarme así” dylanesca, con su slide y piano como en “Knocking on heaven’s door”, o “Siguiendo la luna”, y no faltó una versión de “Algo contigo” casi jazzeada, como palpando el recuerdo de sus presentaciones con el enorme Tony Bennett el año pasado.
Todas las canciones suenan ATP, todas le gustarían a tu mamá, y sin embargo todas te sacan una sonrisa, un movimiento del pie, un movimiento de hombros. Pero llegando al final, ahí aparece el Vicentico conocido, que acusa al público de tener mala onda, como en el living de su casa, y lo invita a pararse, o preguntarles si quieren escuchar alguna canción en especial. “Amnesia”, le gritan, a lo que responde “Mmm, no me acuerdo”. Se largan con “Tiburón”, ya todos de pie, y termina la primera parte del set con “Sólo un momento”. El clamor popular lo saca rápidamente para unos bises y pregunta si tienen ganas de bailar. Viene “Paisaje”, el del silbidito parecido a “Melancholy hill” de Gorillaz, y repite algunos de los pasitos del video (si no lo vieron, háganlo y díganme si no le gana a Thom Yorke).
Al final, haciendo gala de su enorme cancha y aprovechando ese público, pide hacer un minuto de total silencio “para generar una tormenta de amor y de paz” en memoria de los damnificados por el temporal reciente. Y en ese silencio, el acordeón sampleado de “Los caminos de la vida” aparece y pone a bailar a todo el mundo. Para el final, se queda solo con Florián, que ya está grandecito, y se mandan una versión, como en el living de su casa, de “Vasos vacíos”. Obviamente, todo el mundo queda como loco y cuando Vicentico quiere irse, todos le cantan el corito de “Yo no me sentaría en tu mesa” pidiéndole algo más. Así que solito con su guitarrita hace una versión rápida y casi sin decir nada, se va caminando despacio, como quien va a la cocina a traer otra botella de vino. Como en su casa.
*Fotos por Cristian Seligmann
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