RESEÑAS
Tormenta en vivo

Cuando hace mucho calor en la playa y todo está quieto, puede verse el horizonte difuso: el mar se evapora y trae agua. A medida que se acerca, esa oscuridad en nubes trae viento y se pone más intensa. Los más paranoicos comienzan a levantarse, algunos para irse. NINE LIVES tira un tema de SKA P (“Niño soldado”) y comienza la inquietud previa a la tormenta.
Después LOQUERO se desata furioso. El remolino abajo del escenario hace volar punkies por encima de la valla, se abren claros a patadas entre la gente y CHARY (voz) no deja de moverse: es algo inquietante ver al pelado ese sacudiéndose frenéticamente como un loco mientras abajo el caos se impone sobre la razón, pero resulta muy estimulante. Estoy mal y es todo lo que hay, se escuchará… entonces de eso se tratará todo.
Cuando se levanta el viento, vuela de todo: arena blanca en los ojos que hace llorar, hombres reposera destartalados con cresta pasando a toda velocidad chocando todo y a todos, ráfagas de gritos pidiendo canciones y una confusión tremenda en la que la gente se cae, se levanta, corre, empuja, baila. Como un techo levantado por embolsar el viento, unas tres o cuatro filas de personas se mueven contra la valla pugnando por atravesar la materia y llegar al escenario: si ANTEOJO no se ofende y detiene todo, se pronostica una intensa lluvia de escupidas sobre la banda.
Aquellos que han ido a ver a LOQUERO durante algún tiempo están acostumbrados a ver a CHARY dedicarse a RICKY ESPINOSA cantando “estábamos tan locos que las voces eran ladridos” en “Desde aquí”, en referencia a la banda que años atrás formaron el marplatense y el fallecido líder de FLEMA. También están acostumbrados a la furia pausada de la canción y al “vómito del rock”: “Vicky Vomitó”. Todo eso formó parte del tornado LOQUERO, que promediando el show metió a todos en el ojo de la tormenta.
La tranquilidad, calma chicha, fue para escuchar “Quisiera”, añorando la playa de noche y ver a JULIETA (de UBIKA) haciendo de tumba colorada en “Cocktail”. De golpe la gente, antes torbellino de golpes y conjunto de Demonios de Tasmania, se tranquiliza y escucha a JULIETA dulcemente, ansiando otro ataque relámpago estruendoso de ANTEOJO y sus riffs psicóticos.
Y ese tipo de calmas no duran mucho, es sabido. De golpe LOQUERO vuelve a desatarse. Ahora el remolino de gente deja ciertos claros y como hojas o chapas al viento, 10 o 15 punkies se chocan, se maltratan y se levantan entre ellos elevándose y tirándose por encima de la seguridad. “¿Cuál es el futuro de ese chabón? Qué se yo, hoy hay show”, (les) grita CHARY bien hardcore y a los saltos.
Y la arena empieza a entrar en los ojos en una tormenta, como triste de recordar caen las lágrimas para “Madame Butterfly” (que sabe dibujar la perfecta oscuridad húmeda de Mar del Plata) y recordamos a los desaparecidos a los gritos. Mientras uno cuenta el moretón número 18 y va a refrescarse al baño se escucha que la banda se va, pero vuelve y dice que van a zapar unos temas. La tormenta no terminó, los desquiciados, las reposeras y las sombrillas van a seguir volando, pero el trabajo para el disco está hecho.
Cuando termina la lluvia de garzos, la voladura de crestas y el revuelo de patadas, la gente comienza a irse, ya relajada. Pronto habrá copias de este recital tornado dando vueltas en la calle, generando más tormentas, quizá más pequeñas, pero igual de furiosas. Recuerdos quedarán de los momentos más salvajes de la noche con “Atlántida”, “Era un día perfecto” o “Chocolate” (ambos de ”Fantasy”, uno de los mejores discos de los marplatenses).
Se va la banda, terminó de grabar su disco en vivo y ya nadie queda en la puerta de El Teatro, ni una brisa en el calor agobiante de Buenos Aires. La lista se voló con el viento, así que será cuestión de escuchar el disco para ayudar a la memoria.
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