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Fuera de ámbito

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El concierto de Anneke Van Giersbergen en el marco de un teatro Flores bien al margen de los circuitos comerciales tradicionales, con una propuesta atípica e incluso disruptiva con su previo ámbito de desarrollo, fue de una fuerza que sólo entiende de evolución. Crónica y fotos de lo acontencido el pasado viernes.

Con un áforo no completo, con variedad de seguidores (el pasado, el presente y los casuales) que interactuaron con naturalidad bien predispuesta: mujeres valerosas en pareja con mujeres audaces, nostálgicos que entienden lo libertario de propuestas de este talante, esa clase de público que en lo azaroso incorpora variedad y tolerancia a pesar de las apariencias.

El Teatro Flores fue el lugar acorde para la presentación de “Everything Is Changing”, el primer LP de Anneke Van Giersbergen como ella misma, por corresponderse con la actual propuesta artística de la que fuera cantante principal y guitarrista de The Gathering (banda de culto de rock progresivo de origen holandés).

Con total responsabilidad y a sabiendas del respeto que tiene el público seguidor argentino a su pasado y presente anterior, la artista decidió encolumnar su concierto con material de sus varias etapas creativas y lograr que el sonido agrietase un escape hacia lo que está por(venir). Se notó que el show no tenía ánimos de lograr comunión con lo ya archivado, notorio en el set acústico con la dulce ironía con que se manejó Anneke ante requisitorias de algún no anoticiado.

De hecho, la apertura fue de total actualidad con un campaneo ambient rebosante de emergencia: en la oscuridad de la sala, se pudo intuir un “Feel Alive” nebuloso que tomó por asalto lo poco que se notaba por allí. Sin saberlo, el público desnudaba sus prejuicios para el arrebato trovador de un encadenado de pop engañosamente vil y metal, con vestimentas dulces y hábitos de choque. Las canciones de Agua De Anneke, su anterior encarnación solista, previa a la firma de un contrato para PIAS Records en 2011, empiezan a sucederse en ese estado de gracia en que lo clásico y el jazz pueden conformar una pared de sonido en que lo antagónico de ciertos elementos suma por sobre la interpretación. Sin respirar, la banda y el público, a tientas, van de terrenos reconocibles (sus propias canciones) a versiones atípicas (“Here Comes The Rain again” de Eurythmics y “Rockin’ In The Free World” de Neil Young), de la electricidad saturada a lo acústico efervescente sin tirantez.

Sin lugar a dudas, maniobrar piezas como “You Want To Be Free”, “1.000 Miles Away From You” o “Hope, Pray, Dance, Play” conlleva una necesidad de expresar de qué va su visión y estado de situación; no sea cosa que se interprete erróneamente. Fuerte y claras, sus letras condicionan lo inexplicablemente brutal y lo moldea dejándonos vaciados. Así, el público se entregó a tal material noble en donde los estribillos reconocibles inundaron el recinto multiplicando la capacidad cubierta. De hecho, Anneke dejó el micrófono abierto para que la fuerza atronadora del coreo se fusione con programaciones industriales y un baterista (su marido, Rob Snijders) que, por lo que se notó, sabe demasiado de combates.

Lo destacable de esta noche, además de una banda aceitada y de notable predisposición al material seleccionado, de la calidad y los tonos de voz que maneja Anneke, resultó ser la ajustada duración de la misma, casi como un mecanismo de relojería, siempre a favor de quien lo desactiva.

*Fotos por Guillermo Coluccio

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