Alegría reggae y pulso ska

Son independientes, pero no hacen un culto de la autonomía. Siguen los pasos musicales de SUMO, BOB MARLEY, MANO NEGRA o THE CLASH pero no son ni ricoteros, ni rastas, ni alterlatinos ni punks. Aunque, claro, todos esos estilos suenan en sus temas (salpicados también de cuarteto, candombe o ska).

No sólo eso. En sus shows siempre hay algún fumo (CALAMARO’s dixit) que pasa de mano en mano entre los presentes. También una buena onda general que se nota en el contagio de ese tema tan arengador que ya se zarpa, o en el pasito de baile del que está feliz en su mambo y no le importa nada de la vida.

Se llaman ANDANDO DESCALZO, AZTECAS TUPRO, PAMPA YAKUZA (seguramente falta alguna banda) y, junto a los nuevos CLARIBEL MOTA (protagonistas de esta reseña), conforman una movida aún sin nombre de la que casi ningún medio habla, pero que ya copó suburbios y eventos clandestinos.

Una familia de limados

¿Alguien puede explicar qué hace ahí atrás, casi a la par del batería, oculto y en segundo plano, el cantante y guitarra más conocido como JUAN? Señores, ¡así no se respetan los esquemas del santo rock! Tal vez sí del punk. Pero sin tachas, caras enojadas o alaridos perdidos en bolas de sonido. En su lugar, CLARIBEL MOTA desparrama alegría reggae, pulso ska y, claro, alta actitud clashera.

La banda se completa con LAURA, una percusionista que suena siempre al frente; ALE, el bajista que flota en su mundo; TITO, un batero que tira consignas detrás de los parches; y ADRIAN, el otro guitarrista y cantante que conduce el show y hace el uno-dos con JUAN. Como ven, una familia de limados muy normal.

Por otro lado, “Ciudad Desenterrada” (el lugar elegido para el show) parece, como indica su nombre, hecho a medida: la resurrección de un antro bien cuevero y artesanal. De fácil acceso (después de todo, Floresta está al alcance de más de un colectivo), la entrada tiende a complicarse si no se da con el portón correcto y si los siempre molestos azules rondan con el patrullero agazapado. Pero el rock es riesgo, ¿no? Y el riesgo ama el rock. Puertas adentro, “Ciudad Desterrada” cumple: birra barata, sonido apto y una sensación de comunión entre los presentes. ¿Cuánto más?

Los bateros no hablan

“Vengo para decirte”, la primera de una docena de canciones bien motas arranca después de las dos. La banda está algo embebida y fumeteada, pero se rescata y la caretea con destreza. El comando de JUAN desde el fondo y las líneas melódicas de ADRIAN al frente, marcan las primeros compases del show. Suenan “Invocación”, “Nido” (un lindo tema sobre pajaritos) y “Piedra Buena”, una cadencia conocida que va decantando hasta aterrizar, plácida y gloriosa, en “Reggae de paz y amor”, de SUMO.

Ya a esa altura, el ida y vuelta con la gente es total. Desde cierto sector del público, un grupo de bandidos le pone sal a la noche y desafía con un cantito en broma las consignas que imparte TITO, el baterista. “Oooh, los bateros no hablan, los bateros no hablan… Ooooh”, corean y la risa es generalizada en el antro. Y un dedo en la llaga para el viejo trauma de los bateristas que buscan tener más protagonismo en el rock (la lista es larga, amigos).

Luego, el hit. “Lejos del mar” ya se convirtió en la canción que todos cantan apenas empieza a sonar. Todavía no tiene radio, ni se recomienda en las revistas y tampoco cuenta con un especial incentivo de los propios CLARIBEL. Pero se ganó su cariño. Y se la defiende.

A las luces azules de “Lejos del mar” le sigue “Julito, el portero”, el tangazo de la banda. JUAN se pone en la piel de un cantor que frasea en 2 x 4 y marca la tonada que el grupo acompaña con decisión. Entonces, el final se preanuncia con un tema melancólico que pide “no faltes ahora por favor” y se confirma con “Friday Night”, un cierre a todo trapo y bien power.

Algo más de una hora de show que deja a todos bien dispuestos para la fiesta under que se arma. El fumo vuelve a circular, el DJ de “Ciudad Desterrada” juega sus mejores piezas y el alma de CLARIBEL queda en suspenso hasta el próximo show. ¿Cuánto más?